El río Vero nace en la
confluencia de los barrancos de la Cereosa y la Viñaza en el término
municipal de El Pueyo de Morcat, fuera de las estribaciones
orientales del Parque Natural de la sierra de Guara, que dirección
Sur se introduce en el Parque Natural a la altura de Sarsa de Surta,
hasta desembocar 61 kilómetros después en el río Cinca, en el
paraje conocido como “La Boquera”
En sus primeros
kilómetros, el río describe unos impresionantes cañones calcáreos,
que históricamente los habitantes de Lecina han salvado por el
camino del Molino de Lecina, cuando cada mes de agosto bajaban en
peregrinación a la ermita románica de San Martín de Lecina, en
cuyo entorno se cultivaba y sembraba cereal (trigo, cebada, maíz)
en pequeñas parcelas.
Con frecuencia los
agricultores eran sorprendidos por súbitas crecidas, por lo que
evacuaban el cañón por un camino: el de Las Escaleretas, por el que
accedían a unos covachos superiores conocidos en Lecina como “Las
Escaleretas” (diminutivo en aragonés de escalera), con las que salvaban los muros más difíciles, alcanzando
la cima de los acantilados (selba de Lecina)
Este camino ancestral como
otros de la zona con el tiempo acabo en desuso, aunque en 1966 Damíán
Penart nacido en Lecina y deán de la catedral de Huesca, escribe un
libro sobre su pueblo y entorno, donde nombra el Camino de las
Escaleretas, que gracias descubrimiento de pinturas rupestres en
varios covachos por los que discurría el camino, ha sido recuperado
sin apenas modificarlo, cambiando las antiguas escaleras de madera,
por otras metálicas y acondicionando con sirga el paso de la
ventana. Para más información El periplo AbQ
Para la jornada de hoy en
compañía de Carlos (Zancadas Ligeras), Rubén (La Cabra de Monte) y
Segis, vamos a rememorar las andanzas de estas audaces personas,
donde cambiaremos los aperos y sacos de patatas con los que ellos
subían, por el arnés, disipador, casco … al que accederemos por
el barranco de Basender, un barranco seco compuesto por 7 rápeles,
siendo el más alto de 13 metros, por el que bajaremos hasta el cauce
del río Vero, en vez de por el tradicional sendero del Molino de
Lecina.
El día anterior estuvo
lloviendo por la zona, las previsiones para esta jornada son
favorables, así que para dejar que el sol seque la roca no
madrugamos; sobre las 08:30 nos reuniones en Villanueva de Gállego,
tomamos un café y en un solo coche nos dirigimos hacia la población
de Lecina, aunque como no sabemos con que caudal bajará el río, al
final nos decantamos por dejarlo en el aparcamiento del río Vero,
lugar elegido por los barranquistas para iniciar el descenso
deportivo del Cañón del río Vero.
Mientras preparamos el
material (arnés, disipador, casco, mosqueton y cuerda) echamos un
bocado. Pasadas las 10:30 iniciamos el recorrido desde el mismo
aparcamiento, cogiendo un amplio sendero desde el que observamos como
el cauce del río Vero, ha ido horadando un precioso cañón calizo,
hacia el cual descendemos entre bojes y algún esporádico pino,
dejando a nuestra izquierda el sendero que va al barranco de la
Portiacha, tomando de referencia las marcas blancas y verdes que nos
indican hacia el río Vero, a cuyo aforo llegamos en poco más de
cinco minutos, donde habitualmente se inicia el descenso del cañón
del río Vero, actividad que tengo pendiente desde hace unos cuantos años.
Por una pasarela de
hormigón, pasamos a la margen derecha del río, por la que
continuamos por un bonito sendero pegados al borde de los acantilados
durante doscientos metros, observando como el río va formando una
sucesión de meandros, hasta que llegamos al desvío que baja hasta
la ermita de San Martín de Lecina, que obviamos para seguir
dirección Sur/Oeste alejándonos del río entre carrascas, pinos y
matorral bajo.
En suave descenso,
alcanzamos la intersección donde confluye el sendero del río Vero
con el que viene desde Lecina, que marca la entrada al barranco de
Basender, por el que nos adentramos caminando por el lecho, que a
medida que avanzamos se va encajonando hasta formar un bonito pasillo
calizo, en el que extendiendo los brazos podemos tocar ambas paredes
con las manos, salvando un par de pequeños resaltes de unos dos
metros de altura, que tras superar este último nos deposita en una
pequeña poza colmatada, que nos deja a los pies de un tercer resalte
de unos tres metros de altura.
Aunque podríamos bajar el
resalte sin utilizar las cuerdas, aprovechamos que está equipado con
dos parabolts para ir recordando los conceptos básicos del rápel,
así que nos quitamos las mochilas, sacamos el material, lo
colocamos y uno a uno comenzamos a descender sin ninguna
complicación.
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Desde el aparcamiento del río Vero, cogemos un amplio sendero por el que descendemos hacia el río |
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Que observamos como en este tramo a horadado un precioso cañón calizo |
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Donde dejamos a nuestra izquierda el sendero de acceso al barranco de la Portiacha |
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Para continuar bajando hasta llegar al aforo del río, donde por una pasarela de hormigón |
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Pasamos a la margen derecha |
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Por la que continuamos por un preciso sendero durante doscientos metros, pegados al borde del acantilado |
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Observando como el río serpentea, dejando a nuestra izquierda el sendero que baja al Molino de Lecina |
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Para continuar por el sendero principal, que nos baja hasta el inicio del barranco de Basender |
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En el que nos adentramos caminando por el lecho, donde a medida que va ganando en profundidad se va encajonando |
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Hasta convertirse en un estrecho pasillo, en el que extendiendo los brazos, podemos tocar ambas paredes con las manos |
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Salvando un par de resaltes, hasta que llegamos a un tercer resalte de unos 3 metros, que decidimos rapelar |
Nada más bajar el tercer
resalte, iniciamos el tramo deportivo del barranco de Basender,
compuesto por 7 rápeles equipados con barabolst y anillas,
accediendo por un corto pasillo al primer rápel de 9 metros de
altura, equipado a ambos lados, donde preferimos por comodidad
utilizar la instalación de la derecha, que nos permite acceder de
forma más cómoda a la cabecera del rápel, por el que descendemos
en simple hasta alcanzar una bonita sala con un gran bloque de piedra
en medio.
Cerrando el grupo
desciende Rubén que es el experto en estos menesteres que con la ayuda
de Carlos recuperan la cuerda. Una vez en la mochila, continuamos por el fondo del barranco realizando sencillos detrepes que nos depositan en un bonito tubo, donde comprobamos como el
barranco va ganando en profundidad, por el que accedemos al segundo
rápel de 4 metros, que aunque tiene una panza en su inicio, no
ofrece ninguna dificultad debido a la escasa longitud.
Superado este pequeño rápel, el barranco se abre por unos instantes, dejando penetrar los rayos del sol que con la humedad persistente en la zona, se ha formado una preciosa selva en la que nos introducimos por un sendero perfectamente trazado, por el que accedemos a un pasillo en el que se ubica el tercer rápel de 8 metros, aunque existe la posibilidad de realizar una variante más difícil, continuando por la parte alta por una repisa equipada con 5 anclajes en los que montar un pasamanos, por la que acceder mediante un rápel volado de 20 metros a la gran sala.
Aunque es una opción
tentadora, algunos no tenemos la experiencia necesaria para realizar un rápel volado, así que tras montar la cuerda en la instalación equipada
con dos parabolts accedemos al tercer rápel, que pesar de tener el
acceso a la cabecera algo estrecha, resulta sencillo, debido a que
principalmente es un tobogán, que nos permite bajar
prácticamente caminando, a excepción del tramo final, en el que
gana en verticalidad.
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Nada más bajar el tercer resalte, accedemos al primer rápel de 9 metros, equipado con parabolts a ambos lados |
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Donde utilizamos la instalación de la derecha, por la que descendemos en simple hasta una pequeña sala |
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Por la que continuamos por el fondo del barranco, realizando sencillos destrepes |
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Hasta acceder a un bonito pasillo en forma de tubo, donde el barranco va ganando en profundidad |
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Y por el que accedemos al segundo rápel de tan solo 4 metros |
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Que a pesar de tener una panza inicial, no ofrece ninguna dificultad |
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Superado el segundo rápel, el barranco se abre dejando entrar la luz de sol |
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Formando una bonita selva, que atravesamos por un sendero perfectamente trazado |
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Que a medida que vamos avanzando se va cerrando, hasta formarse un pasillo, donde tenemos la posibilidad de acceder a la gran sala |
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Por un rápel volado o por un rápel de 8 metros, que es la opción que elegimos, que a pesar de la estrechez inicial |
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Está formado principalmente por un tobogán, por el que descendemos cómodamente |
A medida que nos
adentramos, el barranco va ganando en belleza, tras superar el tercer
rápel accedemos a un bonito pasillo que se va cerrando en forma
tubo, por el que caminamos hasta llegar a la altura de una marmita
seca, que tan solo acumula agua después de una tormenta o varios
días de lluvias, que cruzamos para alcanzar el cuarto rápel de 11
metros, equipado con químicos y parabolts, por el que descendemos
hasta la gran sala en la zona conocida como los Oscuros, que no
resulta fácil de fotografiar por las luces que entrar desde arriba.
Mientras baja el resto,
echamos un vistazo a tan magnífica sala, donde observamos como casi
20 metros por encima de nuestras cabezas se encuentra la variante de
la cornisa. Una vez recogido el material, continuamos avanzando por
el lecho del barranco en el que pasamos junto a unos viejos troncos
arrastrados por las lluvias, atravesando una estrecha galería de
paredes verticales cubiertas parcialmente por la vegetación, que a
duras penas se va abriendo paso en tan umbrío lugar y que da acceso al quinto rápel de 11 metros seccionado en dos partes, con un rápel
principal de 9 metros seguido de un pequeño resalte de 2
metros, cuya entrada no tiene ninguna dificultad, teniendo que ir tan
solo con cuidado de no pisar en la parte central, que tiene la roca
muy pulida, además de húmeda por las lluvias del día anterior.
Superado el quinto rápel,
destrepamos el resalte de 2 metros, por el que accedemos a un bonito
desfiladero, donde la erosión ha formado un sinfín de oquedades,
cuevas y variadas formas, que a medida que avanzamos se va abriendo,
hasta llegar a un recoleto rincón donde la humedad debido a la
cercanía del río Vero, ha formado un bonito bosque que da la
pincelada de color al barranco y que nos conduce hasta la cabecera
del sexto rápel de tan solo 3 metros que salvamos rápidamente, para
casi a continuación afrontar el séptimo rápel que con sus 13
metros es el más largo del barranco de Basender, equipado con doble
parabolts, donde descendemos en doble, aprovechando la mayor fricción
de la cuerda en el ocho, que nos permite bajar más lento hasta la
sala final, donde acabamos el descenso del barranco de Basender, en
la que reponemos energías, mientras descansamos.
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Tras superar el tercer rápel, accedemos a un pasillo que se cierra formando casi un túnel natural |
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Por el que llegamos hasta el cuarto rápel de 11 metros por el descendemos hasta la gran sala |
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Que mientras bajan el resto, observamos la variante de la cornisa, situada casi 20 metros por encima |
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Una vez recogido el material, continuamos por un estrecho pasillo de paredes verticales, por el que llegamos |
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Al quinto rápel de 11 metros, seccionado en dos partes, con un rápel principal de 9 metros |
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Por el que rapelamos evitando pisar en el centro, donde la roca está pulida y mojada, que nos deposita en un desfiladero |
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Que a medida que avanzamos se va abriendo, hasta salir a un recoleto rincón |
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En el que se ha formado un pequeño bosque, que nos indica la proximidad del río Vero |
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Y por el accedemos al sexto rápel de 3 metros, que descendemos rápidamente |
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Para acto seguido, alcanzar la cabecera del séptimo rápel |
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Que con 13 metros es el más largo |
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Para lo cual, decidimos rápelar en doble, para bajar más despacio |
Recogidas las cuerdas,
dejamos puesto el resto del material que necesitaremos más adelante
para afrontar el Camino de las Escaleretas. Ahora, abandonamos el
barranco de Basender por una apertura en la roca, donde enlazamos con
el sendero que viene desde el Molino de Lecina, junto al cual se
ubica el antiguo “Huerto Raso” cultivado hasta los años 60,
estando hoy en día comido por la vegetación.
Tomando de referencia las
balizas del recorrido que va hacia la ermita de San Martín de
Lecina, continuamos unos metros dirección Sur/Oeste pegados a la
roca, que poco a poco va dando paso a un bonito bosque de ribera, que
a medida que avanzamos va clareando, lo que nos permite ver el
espectacular cañón calcáreo que el río Vero ha labrado en este
tramo, que se asemeja a un queso Gruyer por la infinidad de cuevas,
oquedades y repisas que lo conforman, que visto desde este lugar,
resulta complicado imaginar que haya un paso que permita sortear
semejante muralla.
Cerca del cauce del río
Vero, abandonamos el sendero principal que cruzando el río se dirige
a la ermita de San Martín de Lecina, para continuar todo recto por
una tímida trocha paralelos al cauce del río por la que alcanzamos
la base de los acantilados, comenzando a ganar desnivel
rápidamente por una placa inclinada cubierta de vegetación en la
que vamos progresando ayudándonos de las presas naturales que nos
ofrece la roca, hasta llegar a la parte superior que nos deja en una
terraza, por la que iniciamos un corto flanqueo hacia la izquierda,
siguiendo los hitos que nos indican el acceso a la base de una canal
resbaladiza por la que asiéndonos a las ramas de los bojes llegamos
a una terraza superior, que unos metros más adelante nos deja en una
pequeña planicie, donde nos detenemos unos instantes para disfrutar
de las vistas y comprobar lo abajo que va quedando el río Vero.
En este punto, el Camino
de las Escaleretas prosigue hacia un covacho superior, en el que se
encuentra el paso de II/II+ que por el momento obviamos, para
continuar dirección Oeste por un sendero por el que tras un corto
repecho llegamos a la base de los Abrigos del Gallinero, en las que
se ubican varios grupos de pinturas rupestres de estilo esquemático,
datadas entre el 5000 al 1.500 a.C.
Divididos en dos sectores unidos por una estrecha cornisa sin equipar, accedemos al primero de ellos seccionado en dos alturas, por una escalera metálica que nos deja en la parte inferior, en la que se ubica a mano derecha un pequeño covacho protegido con rejas, en el que observamos los trazos de unas pinturas rojas que no conseguimos identificar, en el que echamos en falta un panel informativo con una pequeña explicación de lo que podemos ver.
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Por una gran apertura en la roca, salimos del barranco de Basender, Donde enlazamos con el sendero que viene del Molino de Lecina |
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Pasando junto al "Huerto Raso", por el que continuamos tomando de referencias las balizas que van a la ermita de San Martín de Lecina |
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Entre un bonito bosque de ribera, que a medida que avanzamos |
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Se va despejando, dejándonos ver los acantilados calizos por el que discurre el Camino de las Escaleretas |
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Cerca del cauce del río Vero, abandonamos el sendero principal, para tomar una trocha |
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Que nos acerca a la base de los acantilados, por la que comenzamos a ganar desnivel por una placa inclinada |
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Hasta llegar a una terraza, en la que iniciamos un flanqueo a la izquierda, guiándonos de los hitos |
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Que marcan la entrada a una canal engullida por la vegetación, que superamos agarrándonos a los bojes |
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Alcanzando una terraza superior |
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Donde comprobamos como el río Vero va quedando abajo |
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En este punto, abandonamos el Camino de las Escaleretas, para continuar por un sendero |
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Que tras subir un corto repecho, nos deja en la base de los Abrigos del Gallinero |
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Dividido en dos sectores, accedemos al primero seccionado en dos alturas, por una escalera |
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Que nos deja en la parte inferior, en la que se ubica un pequeño covacho |
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En el que observamos los trazos de unas pinturas rojas, que no logramos identificar |
Visualizado este primer
grupo de pinturas, retrocedemos sobre nuestros pasos para continuar
subiendo por un nuevo tramo de escaleras, que nos depositan en el
covacho superior de grandes dimensiones, en cuyo extremo inferior
derecha se ubica un numeroso conjunto de pinturas, en el que a simple
vista podemos ver un grupo de cuadrúpedos, dos cápridos, varios
símbolos y un jinete con los brazos en asa, que al contrario de lo
que sucede en el anterior covacho, vemos con total claridad anclados
a la verja que los protege.
Durante unos minutos,
permanecemos a la sombra que nos ofrece el covacho, desde el que
disfrutamos de una amplia panorámica del cañón que
forma el río Vero. Después, descendemos hasta el inicio de la
estrecha cornisa, por la que avanzamos con cuidado en suave ascenso,
ya que la roca pulida tiende a expulsarnos hacia el vacío,
lo que nos obliga a buscar apoyos en la roca para seguir progresando.
Una vez llegamos al final
de la repisa, remontamos los metros que nos separan de la segunda
sección de los Abrigos del Gallinero, por una larga escalera
metálica que vibra con intensidad en la parte final, por la que
accedemos a una plataforma, en la que separados por una gruesa
columna se ubican dos covachos de similares características, donde
intentamos acceder al más externo que tiene un paso complicado en el
que hay que abrazar la columna, que está sin equipar y es muy
expuesto, por lo cual, preferimos declinar la visita para centrarnos
en el covacho principal, donde vemos pintados en rojo la figura de un
cuadrúpedo.
Aquí damos por finalizada la visita a los Abrigos del
Gallinero, que aún se componen de un covacho más situado en una
repisa a 7 metros de altura de la margen derecha del río Vero, que
queda fuera del circuito del Camino de las Escaleretas, por lo que
tras echar un vistazo al fondo del barranco, donde podemos ver a lo
lejos la peña sobre la que se sitúa el Mirador del Vero, en el que
se agolpan numerosas personas, decidimos empezar el regreso.
Uno a uno, descendemos por la escalera hasta alcanzar la repisa, donde aprovechamos las bases de las escaleras que suben a los Abrigos del Gallinero (II-III), para montar con la cuerda un improvisado pasamanos, que nos permite salvar cómodamente la estrecha cornisa, mientras los buitres sobrevuelan nuestras cabezas, enlazando con el sendero por el que vamos disfrutando en cada momento de las vistas hacia el cañón del río Vero, que baja con un buen caudal.
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Visualizadas, retrocedemos sobre nuestros pasos, para continuar subiendo por otro tramo de escaleras |
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Por las que accedemos al covacho superior, en cuyo extremo superior derecha |
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Se ubica un conjunto de pinturas, donde podemos ver un grupo de cuadrúpedos, dos cápridos y otras figuras |
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A la sombra del covacho, disfrutamos durante unos minutos de las vistas |
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Después, iniciamos el descenso hasta la repisa |
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Por la que continuamos con cuidado en suave ascenso, buscando agarres en la roca |
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Para seguir progresando hasta el final de la repisa |
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Donde remontamos por una larga escalera |
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Los metros que nos separan de una plataforma, donde podemos ver pintada la figura de un cuadrúpedo |
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Aquí, damos por finalizada la vista a los Abrigos del Gallinero, donde echamos un vistazo al barranco |
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Y, uno a uno, descendemos hasta la repisa, donde montamos un improvisado pasamanos |
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Que nos permite superar cómodamente la estrecha repisa |
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Mientras los buitres sobrevuelan nuestras cabezas |
En apenas unos minutos
recuperamos el Camino de las Escaleretas, cuyo tramo principal
comienza en este punto, cerca de una pequeña oquedad en la que
tenemos que abrazar un espolón rocoso, que si no se conoce este
tramo lo más fácil es equivocarse y coger el sendero más evidente
que nos lleva hacia los Abrigos del Gallinero.
Aunque desde abajo parece
un paso complicado, Rubén nos comenta que es más sencillo de lo que
parece, así que sin más dilación comenzamos a remontar los pocos
más de cincuenta metros que nos quedan hasta la oquedad; realizamos
una sencilla trepada que nos pone al nivel del espolón, que
abrazamos para pasar al otro lado y que una vez metidos en harina
resulta mucho más sencillo de lo que parecía.
Superado el espolón, caminamos con cuidado por una estrecha repisa, que por momentos
desaparece, por la que vamos atravesando una placa tumbada cubierta
en la zona inferior por vegetación que elimina la sensación de
vacío, que poco a poco nos va introduciendo en un pequeño
circo, hasta que localizamos la entrada a una canal resbaladiza cubierta totalmente de vegetación, por la que vamos ganando desnivel por
“intuición”, ya que nada nos hace presagiar que vamos por el
lugar correcto, alcanzando el covacho de las Escaleretas, desde el
que podemos ver el paso más conocido, la Ventana.
Antes de continuar,
subimos unos más hasta un abrigo superior, por el que accedemos
realizando sencillas trepadas, asiéndonos a la rocas, donde
observamos como el agua gota a gota, ha surcado pequeños gourgs y
como los techos teñidos de negro, indican que en otros tiempos fue
utilizado como refugio, donde disfrutamos de nuevo de unas magníficas vistas del cañón del río Vero.
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Unos metros más adelante, enlazamos con el sendero que nos conduce de nuevo al Camino de las Escaleretas |
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Disfrutando de las vistas hacia el cañón del río Vero |
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Recuperado el Camino de las Escaleretas, remontamos por la roca hasta llegar a una oquedad |
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En el que abrazamos un espolón rocoso |
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Para pasar al otro lado |
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Y continuar caminando por un estrecha repisa |
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Cubierta en la parte inferior de vegetación, que poco a poco nos va introduciendo en un circo |
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Hasta que localizamos el inicio de un canal resbaladiza, por la que vamos ganando desnivel |
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Alcanzando el covacho de las Escaleretas, desde el que vemos el paso de la ventana |
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Que más tarde recorreremos, para subir unos metros más hasta un covacho superior |
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Donde el agua gota a gota ha ido surcando pequeños gourgs |
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Donde las vistas hacia el cañón del río Vero se amplían |
En el abrigo, permanecemos
unos minutos a la sombra descansando, después, descendemos con
cuidado hasta la cabecera de la canal, donde continuamos por una
repisa con la roca tan pulida, que brilla desde lejos, por la que
accedemos al paso de la ventana, equipado en su salida con cable de
vida, al que nos anclamos para seguir por una estrecha cornisa
colgada en el vacío, que a medida que avanzamos se va
ensanchando; punto en el que desaparece el cable de vida y en el que
esperamos a que el resto del grupo finalice este espectacular paso,
mientras disfrutamos de las vistas.
Reagrupados, caminamos
unos metros más por la cornisa, que da paso a un claro sendero por
el que ascendemos suavemente hacia una muralla de roca, donde se
bifurca en dos. Como no lo tenemos claro, decidimos seguir el sendero
que va unos metros por debajo de la muralla, que poco a poco se va
difuminando hasta convertirse en una trocha prácticamente cerrada
por la vegetación, que nos hace pensar que no vamos por el camino
correcto, aunque recuerdo que en una reseña que leí, indicaba que
pasada la ventana había dos opciones para continuar.
Como esta trocha no nos
convence ya que nos lleva a un callejón sin salida, decidimos
regresar no sin antes echar un vistazo a una terraza en la que
localizamos un arna, que es como se llamaba en esta zona a
las colmenas, hechas de forma artesanal entrelazando las cañas y
sellando las paredes con estiércol de vaca o buey, cerrando los
extremos con tapas de piedra o madera, que para el tiempo que llevará
aquí se encuentra en buen estado.
Antes de retornar, echamos
una última mirada al horizonte, donde localizamos en un saliente el nido de un buitre, que se muestra impertérrito
ante nuestra presencia. Lo miramos, nos mira, hacemos aspavientos con
los brazos esperando que eche a volar para sacar una buena
fotografía, pero al contrario de lo que pensábamos se mantiene
firme en el nido, lo que nos hace pensar que “algo ocurre”;
sacamos las cámaras, tiramos de zoom y salimos de dudas, al
comprobar que el buitre está cuidando de su polluelo.
Tras este descubrimiento
dejamos a la madre y su cría tranquilos, mientras nosotros
regresamos por la trocha hasta la bifurcación, donde está vez si,
remontamos la muralla caliza realizando varias trepadas sin apenas
dificultad, echando una última mirada a la pareja.
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Desde el abrigo superior, descendemos con cuidado hasta la cabecera de la canal |
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Donde continuamos por una repisa, por la que accedemos al paso de la ventana |
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Equipada en su salida con cable de vida |
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Para seguir por una estrecha cornisa colgada en el vacío |
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Que a medida que avanzamos se amplia, punto en el que esperamos al resto, disfrutando de las vistas |
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Una vez reagrupados, la cornisa da paso a un sendero, por el que en suave ascenso |
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Nos acercamos a la muralla caliza, donde el sendero se bifurca en dos |
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Tomando el ramal que nos lleva por debajo de la muralla, dejándonos junto a una vieja arna |
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Donde oteando el horizonte, descubrimos a un buitre con su polluelo, escondido entre las ramas |
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Como la trocha no tiene salida, regresamos hasta el cruce de senderos |
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Donde está vez si, cogemos el que va directo a la muralla, que superamos realizando varias trepadas |
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Echando un vistazo por última vez al buitre y su polluelo, ajenos a nuestros andares |
Una vez en la parte
superior de la muralla, seguimos caminando entre bojes y matorral
bajo por un sendero que nos lleva pegados al borde del acantilado, en
la zona conocida como la Fajana de Pera, donde abandonamos por unos
minutos el sendero principal, para coger una larga escalera metálica
por la que descendemos hasta el abrigo de Lecina Superior. Con una boca de casi 20 metros, alberga pinturas de Arte Esquemático
datadas entre el 5.000 al 1.500 a.C., que desde aquí no podemos apreciar, ya que la reja que cubre el perímetro del abrigo nos aleja mucho, pudiendo acceder a su interior solo mediante visita guiada.
Con vistas al cañón del
río Vero, regresamos sobre nuestros pasos al sendero principal, por
el que continuamos dirección Norte cerca de los cortados, hasta que
poco a poco el sendero va virando hacia el Este, adentrándonos en
fuerte ascenso en el carrascal que conforma la Selba de Lecina, donde
enlazamos con el sendero que desde Lecina va hacia los covachos de
Barfaluy.
Como no los conocemos, decidimos ir, por lo cual iniciamos un tramo de ida y vuelta, tomando el
sendero dirección Sur/Oeste por el que avanzamos entre carrascas,
inicialmente por terreno llano incómodo de transitar al estar el
sendero repleto de cantos rodados que se clavan en los pies, para más
tarde comenzar un descenso alcanzando rápidamente un
mirador, desde el que divisamos el Tozal de la Mallata, punto en el
que convergen los barrancos de Basender, la Choca y Vero.
Después de disfrutar de
tan amplia panorámica, caminamos unos metros más hasta llegar a una
escalera metálica por la que descendemos al conjunto de pinturas que
conforman los abrigos de Barfaluy, que están incluidos dentro
Patrimonio Mundial al Arte Rupestre del Arco Mediterráneo de la
Península Ibérica, declaro por la UNESCO el 30 de noviembre de
1998.
Formado por tres covachos
descubiertos en una excavación realizada entre los años 1986-1987,
realizamos la visita de izquierda a derecha, accediendo primero al
Barfaluy III que es el más cercano a la escalera, cuyas pinturas se
dividen en tres sectores que debido a la erosión y a la formación
de varias coladas, son las peor conservadas de este grupo, resultando
complicada la localización e identificación de lo que vemos o
creemos ver …
Un poco cariacontecidos
con está primera visita, nos acercamos al Barfaluy II en cuya
entrada podemos contemplar una réplica de las arnas que se
utilizaban antiguamente para recolectar la miel y en el interior las pinturas, donde esta vez sí, se aprecian con claridad
aunque hay que echarle imaginación a la cosa, ya que según el
panel informativo que vimos en el mirador, los trazos en rojo que
vemos representan la figura de un hombre montado en un cuadrúpedo y
de una mujer con los pechos descubiertos.
Para finalizar la visita, nos acercamos a la cavidad situada más al este de este conjunto, el
Barfaluy I, en el que sin duda destaca a primera vista una figura
humana arrastrando a otra con una narria, además de formas vegetales
y figuras animales.
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Una vez en la parte superior de la muralla, caminamos por un sendero entre boj y matorral bajo |
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Pegados al borde del acantilado, donde cogemos una escalera por la que descendemos |
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Hasta el abrigo de Lecina Superior, que alberga pinturas de Arte Esquemático, que desde la verja no vemos |
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Por lo cual, regresamos sobre nuestros pasos hasta el sendero principal |
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Continuando dirección Norte, virando poco a poco al Este, adentrándonos en la Selba de Lecina |
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Donde enlazamos con el sendero que va hacia los abrigos de Barfaluy, inicialmente por terreno llano |
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Para más tarde iniciar un descenso, tomando de referencia las balizas del "Arte Rupestre" |
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Alcanzando rápidamente un mirador, donde vemos la unión de los barrancos de Basender, la Choca y Vero |
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Después, caminamos unos metros más, hasta coger una escalera por la que descendemos hasta el Barfaluy III |
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Que debido a la erosión y a la formación de coladas, son las peor conservadas de este conjunto |
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Cariacontecidos, nos acercamos al Barfaluy II, en cuya entrada vemos una réplica de arnas |
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Y en el interior las pinturas de un hombre, una mujer y varios signos |
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Para finalizar la visita, nos acercamos al covacho situado más al Este, el Barfaluy I |
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En el que sin duda destaca la pintura de una figura humana arrastrando a otra con una narria |
Ahora ya más contentos
con la visita a los dos últimos covachos, salimos por la escalera a
la parte superior, donde observamos como en un muro cercano apoya una
escalereta, que no sabemos a ciencia cierta si será autentica o una réplica, ya que parece que subiendo por ella no se llega a ningún lugar ...
Con esta duda, regresamos
sobre nuestros pasos disfrutando de las vistas que tenemos del
pirineo, en el que destaca la figura nevada del Cotiella y la Peña
Montañesa, caminando por el pedregoso sendero que más bien parece
el lecho de un río, que delata que esta zona del Sobrarbe hace 45
millones de años estaba sumergida en el mar.
Una vez alcanzamos el
cruce de senderos, continuamos dirección Norte pasando junto a los
restos de una antigua carbonera de la que se obtenía el carbón
vegetal mediante el calentamiento de la madera de la encima o
carrasca, que en abundancia puebla la Selba de Lecina, la cual vamos
atravesando siguiendo un sendero pedregoso, que a medida que
avanzamos da paso a un cómodo sendero, que nos lleva por los límites
del bosque hasta alcanzar el cauce seco del barranco de Basender,
donde el sendero se divide en tres, escogiendo está vez el sendero
central, que tras una corta subida nos aleja definitivamente de la
Selba de Lecina.
Una vez alcanzamos un punto elevado, ya podemos ver en la otra margen el aparcamiento del río Vero, a cuyo aforo descendemos por un amplio sendero, por el que tras algo más de seis horas llegamos a la pasarela de hormigón por la que cruzamos a la margen izquierda, para comenzar la última subida que tras varias lazadas llegamos al aparcamiento, dando por finalizada está bonita circular, que tantas ganas teníamos de
realizar y que afortunadamente ha colmado nuestras expectativas.
Como hace bastante calor,
hacemos unos estiramientos a la sombra, recogemos los equipos, bajamos
hasta Colungo para echar un bocado con una cerveza fresca y luego
vuelta para Zaragoza que nos espera la familia.
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Desde los abrigos de Barfaluy, subimos por la escalera para salir a la parte superior |
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Donde observamos en un muro contiguo una escalereta |
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Después, regresamos sobre nuestros pasos |
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Disfrutando de las vistas al pirineo, en el que destaca el Cotiella y la Peña Montañesa |
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Hasta alcanzar el cruce de senderos, donde continuamos dirección Norte |
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Atravesando la Selba de Lecina |
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Que a medida que bajamos va clareando, dando paso la piedra |
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A un cómodo sendero |
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Por el que alcanzamos el cauce del barranco de Basender |
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Donde cogemos el sendero central que va hacia el aparcamiento del río Vero, que tras una corta pero dura subida |
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Llegamos a un punto elevado, desde el que podemos ver en la otra margen, el aparcamiento del río Vero |
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A cuyo aforo descendemos, para cruzar por la pasarela de hormigón a la margen derecha |
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Y afrontar la última subida, llegando al aparcamiento después de casi siete horas de disfrute |
Hola Eduardo.
ResponderEliminarQue mezcla tan bonita y espectacular de barrancos, rapeles, de húmedos bosques, fajas y sendas, erosión caliza a mansalva, y oquedades y pintuaras y hermosas vistas.
Vamos lo que se dice un rutón, aunque me da la sensación que pasasteis algo de calor,jejeje seguro que un baño en alguna poza no habría sido más colofón.
Toni MS.
Un saludo.
Hola Toni.
EliminarEste Camino de las Escaleretas sino se tiene vértigo es uno de los recorridos imprescindibles de la sierra de Guara. Uno de esos caminos ancestrales que miedo da de pensar como hacían sin menos medios para subir o bajar desde Lecina.
La verdad que lo tiene todo, eso si, calor pasamos pero el agua no estaba todavía para baños.
Un saludo
Bonito eeeehhhh!!!!???
ResponderEliminarMe alegro que lo pasarais bien.
Por mi parte, de cría, cuando no había tanto equipamiento, me dí más de un paseo sin saber bien donde me metía y no puedo negar que pasaba muchísimo miedo pero también que el paisaje me embelesaba tanto que valía la pena el mal rato.
No recuerdo cuándo bajé el Basender por última vez, pero te puedo decir que fue una más de muchísimas... hubo un tiempo en que era el primer barranco de la temporada, así como para entrenar.
¡Ya tardas en bajar el Vero! ¡es precioso! Aunque hazte a la idea de terminar reventado, es largo y se camina mucho con el agua por las rodillas... las agujetas, por muy entrenado que se esté, son casi inevitables.
Salud y monte!!
Hola Pirene.
EliminarY quien en algún momento no tiene miedo, el miedo bien llevado es un buen aliado, ya que te permite estar alerta y no relajarte ya que muchas veces los percances viene por ir demasiado relajado.
El Basender pese a ser un barranco de iniciación, es un barranco muy estético, que además se puede complementar con el barranco de la Portiacha (más difícil) y con el Camino de las Escaleretas que aunque desde abajo pueda resultar complicado, una vez metidos en harina es más sencillo de lo que parece.
En cuanto al descenso del río Vero, hace ya muchos años lo descendieron unos amigos pero yo no pude, llevo tiempo intentando engañar a alguien pero de momento no lo consigo, pero tiempo al tiempo.
Un saludo
Hola Eduardo,
ResponderEliminarUff, vaya pasada de ruta que nos has mostrado, si es que tiene de todo!!!
Los barrancos de la Sierra de Guara, paraíso del barranquismo, que ganas que tengo de volver y hacer ese bonito barranco que nos has enseñado.
Además la ruta que nos has enseñado tiene hasta pinturas rupestres y pasos delicados, no apta para cualquiera.
Salud y montaña.
Hola David.
EliminarComo bien dice Carmar más abajo, el Camnino de las Escaleretas junto al de las Fajas del Mascún son dos recorridos imprescindibles de la sierra de Guara.
Para gente con más experiencia puede saber a poco, aunque combinado con el barranco de la Portiacha (tiene dos rápeles volados de 30 y 35 metros) que comparten aparcamiento, más este Camino de las Escaleretas da para una gran jornada de montaña.
La sierra de Guara es sin duda uno de los mejores lugares para disfrutar de las pinturas rupestres, aunque no tienen tanto renombre como las de Altamira, para que veas su importancia las de Altamira están datadas entre 12000 o 15000 años y las de la Cueva de la fuente del Trucho se calculan que rondan los 20000.
Un saludo
Esfuerzo compensado por un gran recorrido que, al igual que el del Mascún, no debería faltar en el haber de cualquier Pirineista, por la belleza que ambos ofrecen a quien se aventura a recorrerlos.
ResponderEliminarSalud y Montaña, Eduardo
Hola Carmar.
EliminarQue grandes recorridos ofrece la sierra de Guara, que nada tienen que envidiar a los pirineos, una lastima que en verano salvo para hacer barrancos el calor sofocante no deje visitarla, pero el resto del año es una gozada.
Un saludo
Hola Eduardo:
ResponderEliminarNo recuerdo en tu blog, una ruta tan corta, pero al ver todo el recorrido que os tocó hacer, no creo que sea necesario alargarlo más.
Al ver ese barranco tan llamativo, me viene a la memoria el de Beceite y el de Cascajar, ninguno comparable al que nos has mostrado. Como siempre me ha gustado mucho el reportaje fotográfico.
Saludos.
Hola Eulogio.
EliminarPor poder se puede alargar más, pero en este caso menos es más y juntando ambas actividades, queda una media jornada la mar de apañada.
Un saludo.
Hola Eduardo.
ResponderEliminarCuanto bueno (angostos estrechos, rápeles, pasos expuestos, escaleras, buitres, pinturas rupestres, cañones, ríos, puentes de roca, historia...) en tan corto recorrido. Todo ello deja bien a las claras las virtudes de esta magnífica Sierra de Guara, la cual sigo teniendo pendiente visitar, y de la que gracias a blogs como el tuyo tengo ya muchas cositas apuntadas en la agenda ;-)
Un saludo.
Hola Dani.
EliminarPues si, es un recorrido que tiene de todo en muy corto espacio, es de los que se disfruta de principio a fin.
Si alguna vez venís lo podéis complementar con el barranco de la Portiacha o "simplemente" bajar por el camino del Molino de Lecina, en el que habitualmente toca mojarse los pies para vadear el Vero.
Un saludo.
Hola Eduardo
ResponderEliminarVaya descripción más completa y detallada que das del recorrido, un gustazo leerte¡¡
Este recorrido me pareció espectacular, hay que reconocer que le echaban muuucho valor para ir por allí. Además combinándolo con el Basender sale una ruta *****, de las imprescindibles en Guara¡¡
Salud y suerte¡
Fer
Hola Fer.
EliminarGracias!. Sin duda es uno de los recorridos estrella de la sierra de Guara, de los que se queda grabado en la memoria durante mucho tiempo.
Un saludo