El inicio de la ruta se encuentra a unos 50 metros del aparcamiento superior junto a las piscina, para ello comenzamos una pequeña subida asfaltada, allí se encuentra un panel informativo con los datos de la ruta, a la que no hacemos mucho caso ya que la llevamos impresa.
Esta primera parte del recorrido nos lleva bordeando las piscina municipales, hasta que llegamos al primer desvió, tomamos dirección a las balsas de Basacol, aunque antes de proseguir nuestro camino nos detenemos para observar una caseta de falsa bóveda que se encuentran repartidas por todo la ruta y que servía de refugio para los pastores
Continuamos dirección a las balsas, paralela a la senda nos acompaña una pequeña acequia por la que desciende el agua, que en un principio creemos que viene de algún manantial pero que más tarde descubrimos su procedencia, hasta que llegamos a una zona acondicionada con una pasarela metálica.
El sendero es estrecho, y nos lleva por la parte superior del barranco, para superarlo, cruzamos un puente de piedra, que nada más superarlo, nos deja en una larga pendiente, acondicionado con escaleras y barandilla, que disminuye la dificultad.
Al final de estas, llegamos a las Balsas de Basacol, primero a la inferior y después a la superior, donde hay mesas para hacer un picnic y un panel informativo sobre las balsas.
Según indican, las balsas se construyeron para abastecer de agua a la población de Alquezar y para el riego. En la balsa superior, podemos ver una torre, que se utilizaba para esconjurar las tormentas de granizo, la torre esta compuesta por cuatro arcos orientándose cada uno hacia un punto cardinal.
Después de verlas, y de quedarnos con las ganas de darnos un baño, continuamos la marcha, a escasos 50 m., enlazamos con una amplia pista forestal, debidamente señalizada, que nos lleva en un ligero ascenso hacia los Abrigos de Quizans.
Tras dejar atrás otra caseta de falsa bóveda, dejamos la pista forestal, y cogemos el sendero que sube a mano derecha, y que se encuentra señalizado, en este tramo el sendero se endurece, ya que además de la pronunciada subida, el piso en algunos tramo es bastante pedregoso.
En plena subida, y dado que el sol comienza a calentar, decidimos realizar una corta parada para echar un trago, las vistas desde este puntos son fantásticas y podemos intuir por donde fluyen las aguas del río Vero.
Enfrente nuestro tenemos una gran pared, llena de cuevas y oquedades, como si fuera un queso Gruyere. Después de descansar, seguimos caminando por el sendero por el que vamos ganando altura de forma continua y nos lleva durante unos metros por una zona de bosque.
Decidimos ir al interior del abrigo, donde indican que hay pinturas rupestres, para ello utilizamos una escalera metálica, una vez dentro las pinturas se encuentran protegidas por una valla metálica, para evitar que nadie las toca y reducir al máximo el deterioro.
Agudizando la vista, podemos ver a duras penas la figura de un ciervo pintado hace 5.000 años con los dedos y oxido de hierro.

En este punto se abren varias alternativas, nosotros continuamos rectos, hacia los Abrigos de Chimiachas, para ello tomamos una amplia pista de tierra, con buen piso, que nos lleva en un ligero descenso, hasta otro desvío bien señalizado.
Elegimos el que parte a mano derecha, que en un pronunciado descenso, nos lleva hasta el interior de un bosque.
Siguiendo el cauce del barranco, llegamos a un punto donde es imposible avanzar, debido a la gran cantidad de maleza que hay, así que cogemos un sendero pisado, con el que dando un rodeo, nos deja unos metros más adelante del barranco.
Casi al final del Barranco, llegamos a un nuevo desvío señalizado, si continuamos recto, llegaremos hasta el final del barranco, el cual se accede rapelando hasta el río. Nosotros continuamos por donde indica "ciervo", para ello tomamos un corto sendero que nos lleva en una pronunciada subida hasta las inmediaciones del Abrigo de Chimiachas.
Para acceder hasta él, y al igual que en el anterior abrigo, utilizamos dos tramos de escaleras metálicas, que nos dejan junto a este, una vez allí, podemos ver claramente pintado, una figura de un ciervo, pintado entre los siglos 8.000 y 3.000 a.d.c y que es uno de los más bellos exponentes del arte Prehistórico levantino.
A partir este punto la pista empeora, y la bajada es más pronunciada, después de varios zigzags, llegamos a las afueras de Alquezar, donde podemos ver la colegiata, una vez en Alquezar, aprovechamos para dar una vuelta, tomarnos un refresco y de allí el aparcamiento para volver a Zaragoza.
