domingo, 24 de junio de 2018

Por las sendas imposibles de la sierra de Guara: El Camino de las Escaleretas accediendo por el barranco de Basender


El río Vero nace en la confluencia de los barrancos de la Cereosa y la Viñaza en el término municipal de El Pueyo de Morcat, fuera de las estribaciones orientales del Parque Natural de la sierra de Guara, que dirección Sur se introduce en el Parque Natural a la altura de Sarsa de Surta, hasta desembocar 61 kilómetros después en el río Cinca, en el paraje conocido como “La Boquera”

En sus primeros kilómetros, el río describe unos impresionantes cañones calcáreos, que históricamente los habitantes de Lecina han salvado por el camino del Molino de Lecina, cuando cada mes de agosto bajaban en peregrinación a la ermita románica de San Martín de Lecina, en cuyo entorno se cultivaba y sembraba cereal (trigo, cebada, maíz) en pequeñas parcelas.

Con frecuencia los agricultores eran sorprendidos por súbitas crecidas, por lo que evacuaban el cañón por un camino: el de Las Escaleretas, por el que accedían a unos covachos superiores conocidos en Lecina como “Las Escaleretas” (diminutivo en aragonés de escalera), con las que salvaban los muros más difíciles, alcanzando la cima de los acantilados (selba de Lecina)

Este camino ancestral como otros de la zona con el tiempo acabo en desuso, aunque en 1966 Damíán Penart nacido en Lecina y deán de la catedral de Huesca, escribe un libro sobre su pueblo y entorno, donde nombra el Camino de las Escaleretas, que gracias descubrimiento de pinturas rupestres en varios covachos por los que discurría el camino, ha sido recuperado sin apenas modificarlo, cambiando las antiguas escaleras de madera, por otras metálicas y acondicionando con sirga el paso de la ventana. Para más información El periplo AbQ

Para la jornada de hoy en compañía de Carlos (Zancadas Ligeras), Rubén (La Cabra de Monte) y Segis, vamos a rememorar las andanzas de estas audaces personas, donde cambiaremos los aperos y sacos de patatas con los que ellos subían, por el arnés, disipador, casco … al que accederemos por el barranco de Basender, un barranco seco compuesto por 7 rápeles, siendo el más alto de 13 metros, por el que bajaremos hasta el cauce del río Vero, en vez de por el tradicional sendero del Molino de Lecina.



El día anterior estuvo lloviendo por la zona, las previsiones para esta jornada son favorables, así que para dejar que el sol seque la roca no madrugamos; sobre las 08:30 nos reuniones en Villanueva de Gállego, tomamos un café y en un solo coche nos dirigimos hacia la población de Lecina, aunque como no sabemos con que caudal bajará el río, al final nos decantamos por dejarlo en el aparcamiento del río Vero, lugar elegido por los barranquistas para iniciar el descenso deportivo del Cañón del río Vero.

Mientras preparamos el material (arnés, disipador, casco, mosqueton y cuerda) echamos un bocado. Pasadas las 10:30 iniciamos el recorrido desde el mismo aparcamiento, cogiendo un amplio sendero desde el que observamos como el cauce del río Vero, ha ido horadando un precioso cañón calizo, hacia el cual descendemos entre bojes y algún esporádico pino, dejando a nuestra izquierda el sendero que va al barranco de la Portiacha, tomando de referencia las marcas blancas y verdes que nos indican hacia el río Vero, a cuyo aforo llegamos en poco más de cinco minutos, donde habitualmente se inicia el descenso del cañón del río Vero, actividad que tengo pendiente desde hace unos cuantos años.

Por una pasarela de hormigón, pasamos a la margen derecha del río, por la que continuamos por un bonito sendero pegados al borde de los acantilados durante doscientos metros, observando como el río va formando una sucesión de meandros, hasta que llegamos al desvío que baja hasta la ermita de San Martín de Lecina, que obviamos para seguir dirección Sur/Oeste alejándonos del río entre carrascas, pinos y matorral bajo.

En suave descenso, alcanzamos la intersección donde confluye el sendero del río Vero con el que viene desde Lecina, que marca la entrada al barranco de Basender, por el que nos adentramos caminando por el lecho, que a medida que avanzamos se va encajonando hasta formar un bonito pasillo calizo, en el que extendiendo los brazos podemos tocar ambas paredes con las manos, salvando un par de pequeños resaltes de unos dos metros de altura, que tras superar este último nos deposita en una pequeña poza colmatada, que nos deja a los pies de un tercer resalte de unos tres metros de altura.

Aunque podríamos bajar el resalte sin utilizar las cuerdas, aprovechamos que está equipado con dos parabolts para ir recordando los conceptos básicos del rápel, así que nos quitamos las mochilas, sacamos el material, lo colocamos y uno a uno comenzamos a descender sin ninguna complicación.

Desde el aparcamiento del río Vero, cogemos un amplio sendero por el que descendemos hacia el río
Que observamos como en este tramo a horadado un precioso cañón calizo
Donde dejamos a nuestra izquierda el sendero de acceso al barranco de la Portiacha
Para continuar bajando hasta llegar al aforo del río, donde por una pasarela de hormigón
Pasamos a la margen derecha 
Por la que continuamos por un preciso sendero durante doscientos metros, pegados al borde del acantilado
Observando como el río serpentea, dejando a nuestra izquierda el sendero que baja al Molino de Lecina
Para continuar por el sendero principal, que nos baja hasta el inicio del barranco de Basender
En el que nos adentramos caminando por el lecho, donde a medida que va ganando en profundidad se va encajonando
Hasta convertirse en un estrecho pasillo, en el que extendiendo los brazos, podemos tocar ambas paredes con las manos
Salvando un par de resaltes, hasta que llegamos a un tercer resalte de unos 3 metros, que decidimos rapelar

Nada más bajar el tercer resalte, iniciamos el tramo deportivo del barranco de Basender, compuesto por 7 rápeles equipados con barabolst y anillas, accediendo por un corto pasillo al primer rápel de 9 metros de altura, equipado a ambos lados, donde preferimos por comodidad utilizar la instalación de la derecha, que nos permite acceder de forma más cómoda a la cabecera del rápel, por el que descendemos en simple hasta alcanzar una bonita sala con un gran bloque de piedra en medio.

Cerrando el grupo desciende Rubén que es el experto en estos menesteres que con la ayuda de Carlos recuperan la cuerda. Una vez en la mochila, continuamos por el fondo del barranco realizando sencillos detrepes que nos depositan en un bonito tubo, donde comprobamos como el barranco va ganando en profundidad, por el que accedemos al segundo rápel de 4 metros, que aunque tiene una panza en su inicio, no ofrece ninguna dificultad debido a la escasa longitud.

Superado este pequeño rápel, el barranco se abre por unos instantes, dejando penetrar los rayos del sol que con la humedad persistente en la zona, se ha formado una preciosa selva en la que nos introducimos por un sendero perfectamente trazado, por el que accedemos a un pasillo en el que se ubica el tercer rápel de 8 metros, aunque existe la posibilidad de realizar una variante más difícil, continuando por la parte alta por una repisa equipada con 5 anclajes en los que montar un pasamanos, por la que acceder mediante un rápel volado de 20 metros a la gran sala.

Aunque es una opción tentadora, algunos no tenemos la experiencia necesaria para realizar un rápel volado, así que tras montar la cuerda en la instalación equipada con dos parabolts accedemos al tercer rápel, que pesar de tener el acceso a la cabecera algo estrecha, resulta sencillo, debido a que principalmente es un tobogán, que nos permite bajar prácticamente caminando, a excepción del tramo final, en el que gana en verticalidad.

Nada más bajar el tercer resalte, accedemos al primer rápel de 9 metros, equipado con parabolts a ambos lados
Donde utilizamos la instalación de la derecha, por la que descendemos en simple hasta una pequeña sala
Por la que continuamos por el fondo del barranco, realizando sencillos destrepes
Hasta acceder a un bonito pasillo en forma de tubo, donde el barranco va ganando en profundidad
Y por el que accedemos al segundo rápel de tan solo 4 metros
Que a pesar de tener una panza inicial, no ofrece ninguna dificultad
Superado el segundo rápel, el barranco se abre dejando entrar la luz de sol
Formando una bonita selva, que atravesamos por un sendero perfectamente trazado
Que a medida que vamos avanzando se va cerrando, hasta formarse un pasillo, donde tenemos la posibilidad de acceder a la gran sala 
Por un rápel volado o por un rápel de 8 metros, que es la opción que elegimos, que a pesar de la estrechez inicial
Está formado principalmente por un tobogán, por el que descendemos cómodamente

A medida que nos adentramos, el barranco va ganando en belleza, tras superar el tercer rápel accedemos a un bonito pasillo que se va cerrando en forma tubo, por el que caminamos hasta llegar a la altura de una marmita seca, que tan solo acumula agua después de una tormenta o varios días de lluvias, que cruzamos para alcanzar el cuarto rápel de 11 metros, equipado con químicos y parabolts, por el que descendemos hasta la gran sala en la zona conocida como los Oscuros, que no resulta fácil de fotografiar por las luces que entrar desde arriba.

Mientras baja el resto, echamos un vistazo a tan magnífica sala, donde observamos como casi 20 metros por encima de nuestras cabezas se encuentra la variante de la cornisa. Una vez recogido el material, continuamos avanzando por el lecho del barranco en el que pasamos junto a unos viejos troncos arrastrados por las lluvias, atravesando una estrecha galería de paredes verticales cubiertas parcialmente por la vegetación, que a duras penas se va abriendo paso en tan umbrío lugar y que da acceso al quinto rápel de 11 metros seccionado en dos partes, con un rápel principal de 9 metros seguido de un pequeño resalte de 2 metros, cuya entrada no tiene ninguna dificultad, teniendo que ir tan solo con cuidado de no pisar en la parte central, que tiene la roca muy pulida, además de húmeda por las lluvias del día anterior.

Superado el quinto rápel, destrepamos el resalte de 2 metros, por el que accedemos a un bonito desfiladero, donde la erosión ha formado un sinfín de oquedades, cuevas y variadas formas, que a medida que avanzamos se va abriendo, hasta llegar a un recoleto rincón donde la humedad debido a la cercanía del río Vero, ha formado un bonito bosque que da la pincelada de color al barranco y que nos conduce hasta la cabecera del sexto rápel de tan solo 3 metros que salvamos rápidamente, para casi a continuación afrontar el séptimo rápel que con sus 13 metros es el más largo del barranco de Basender, equipado con doble parabolts, donde descendemos en doble, aprovechando la mayor fricción de la cuerda en el ocho, que nos permite bajar más lento hasta la sala final, donde acabamos el descenso del barranco de Basender, en la que reponemos energías, mientras descansamos.

Tras superar el tercer rápel, accedemos a un pasillo que se cierra formando casi un túnel natural
Por el que llegamos hasta el cuarto rápel de 11 metros por el descendemos hasta la gran sala
Que mientras bajan el resto, observamos la variante de la cornisa, situada casi 20 metros por encima 
Una vez recogido el material, continuamos por un estrecho pasillo de paredes verticales, por el que llegamos
Al quinto rápel de 11 metros, seccionado en dos partes, con un rápel principal de 9 metros
Por el que rapelamos evitando pisar en el centro, donde la roca está pulida y mojada, que nos deposita en un desfiladero 
Que a medida que avanzamos se va abriendo, hasta salir a un recoleto rincón
En el que se ha formado un pequeño bosque, que nos indica la proximidad del río Vero
Y por el accedemos al sexto rápel de 3 metros, que descendemos rápidamente
Para acto seguido, alcanzar la cabecera del séptimo rápel
 Que con 13 metros es el más largo
Para lo cual, decidimos rápelar en doble, para bajar más despacio

Recogidas las cuerdas, dejamos puesto el resto del material que necesitaremos más adelante para afrontar el Camino de las Escaleretas. Ahora, abandonamos el barranco de Basender por una apertura en la roca, donde enlazamos con el sendero que viene desde el Molino de Lecina, junto al cual se ubica el antiguo “Huerto Raso” cultivado hasta los años 60, estando hoy en día comido por la vegetación.

Tomando de referencia las balizas del recorrido que va hacia la ermita de San Martín de Lecina, continuamos unos metros dirección Sur/Oeste pegados a la roca, que poco a poco va dando paso a un bonito bosque de ribera, que a medida que avanzamos va clareando, lo que nos permite ver el espectacular cañón calcáreo que el río Vero ha labrado en este tramo, que se asemeja a un queso Gruyer por la infinidad de cuevas, oquedades y repisas que lo conforman, que visto desde este lugar, resulta complicado imaginar que haya un paso que permita sortear semejante muralla.

Cerca del cauce del río Vero, abandonamos el sendero principal que cruzando el río se dirige a la ermita de San Martín de Lecina, para continuar todo recto por una tímida trocha paralelos al cauce del río por la que alcanzamos la base de los acantilados, comenzando a ganar desnivel rápidamente por una placa inclinada cubierta de vegetación en la que vamos progresando ayudándonos de las presas naturales que nos ofrece la roca, hasta llegar a la parte superior que nos deja en una terraza, por la que iniciamos un corto flanqueo hacia la izquierda, siguiendo los hitos que nos indican el acceso a la base de una canal resbaladiza por la que asiéndonos a las ramas de los bojes llegamos a una terraza superior, que unos metros más adelante nos deja en una pequeña planicie, donde nos detenemos unos instantes para disfrutar de las vistas y comprobar lo abajo que va quedando el río Vero.

En este punto, el Camino de las Escaleretas prosigue hacia un covacho superior, en el que se encuentra el paso de II/II+ que por el momento obviamos, para continuar dirección Oeste por un sendero por el que tras un corto repecho llegamos a la base de los Abrigos del Gallinero, en las que se ubican varios grupos de pinturas rupestres de estilo esquemático, datadas entre el 5000 al 1.500 a.C.

Divididos en dos sectores unidos por una estrecha cornisa sin equipar, accedemos al primero de ellos seccionado en dos alturas, por una escalera metálica que nos deja en la parte inferior, en la que se ubica a mano derecha un pequeño covacho protegido con rejas, en el que observamos los trazos de unas pinturas rojas que no conseguimos identificar, en el que echamos en falta un panel informativo con una pequeña explicación de lo que podemos ver.

Por una gran apertura en la roca, salimos del barranco de Basender, Donde enlazamos con el sendero que viene del Molino de Lecina
 Pasando junto al "Huerto Raso", por el que continuamos tomando de referencias las balizas que van a la ermita de San Martín de Lecina
Entre un bonito bosque de ribera, que a medida que avanzamos
Se va despejando, dejándonos ver los acantilados calizos por el que discurre el Camino de las Escaleretas
Cerca del cauce del río Vero, abandonamos el sendero principal, para tomar una trocha
Que nos acerca a la base de los acantilados, por la que comenzamos a ganar desnivel por una placa inclinada
Hasta llegar a una terraza, en la que iniciamos un flanqueo a la izquierda, guiándonos de los hitos
Que marcan la entrada a una canal engullida por la vegetación, que superamos agarrándonos a los bojes
Alcanzando una terraza superior
Donde comprobamos como el río Vero va quedando abajo
En este punto, abandonamos el Camino de las Escaleretas, para continuar por un sendero
Que tras subir un corto repecho, nos deja en la base de los Abrigos del Gallinero
Dividido en dos sectores, accedemos al primero seccionado en dos alturas, por una escalera
Que nos deja en la parte inferior, en la que se ubica un pequeño covacho
En el que observamos los trazos de unas pinturas rojas, que no logramos identificar

Visualizado este primer grupo de pinturas, retrocedemos sobre nuestros pasos para continuar subiendo por un nuevo tramo de escaleras, que nos depositan en el covacho superior de grandes dimensiones, en cuyo extremo inferior derecha se ubica un numeroso conjunto de pinturas, en el que a simple vista podemos ver un grupo de cuadrúpedos, dos cápridos, varios símbolos y un jinete con los brazos en asa, que al contrario de lo que sucede en el anterior covacho, vemos con total claridad anclados a la verja que los protege.

Durante unos minutos, permanecemos a la sombra que nos ofrece el covacho, desde el que disfrutamos de una amplia panorámica del cañón que forma el río Vero. Después, descendemos hasta el inicio de la estrecha cornisa, por la que avanzamos con cuidado en suave ascenso, ya que la roca pulida tiende a expulsarnos hacia el vacío, lo que nos obliga a buscar apoyos en la roca para seguir progresando.

Una vez llegamos al final de la repisa, remontamos los metros que nos separan de la segunda sección de los Abrigos del Gallinero, por una larga escalera metálica que vibra con intensidad en la parte final, por la que accedemos a una plataforma, en la que separados por una gruesa columna se ubican dos covachos de similares características, donde intentamos acceder al más externo que tiene un paso complicado en el que hay que abrazar la columna, que está sin equipar y es muy expuesto, por lo cual, preferimos declinar la visita para centrarnos en el covacho principal, donde vemos pintados en rojo la figura de un cuadrúpedo. 

Aquí damos por finalizada la visita a los Abrigos del Gallinero, que aún se componen de un covacho más situado en una repisa a 7 metros de altura de la margen derecha del río Vero, que queda fuera del circuito del Camino de las Escaleretas, por lo que tras echar un vistazo al fondo del barranco, donde podemos ver a lo lejos la peña sobre la que se sitúa el Mirador del Vero, en el que se agolpan numerosas personas, decidimos empezar el regreso.

Uno a uno, descendemos por la escalera hasta alcanzar la repisa, donde aprovechamos las bases de las escaleras que suben a los Abrigos del Gallinero (II-III), para montar con la cuerda un improvisado pasamanos, que nos permite salvar cómodamente la estrecha cornisa, mientras los buitres sobrevuelan nuestras cabezas, enlazando con el sendero por el que vamos disfrutando en cada momento de las vistas hacia el cañón del río Vero, que baja con un buen caudal.

Visualizadas, retrocedemos sobre nuestros pasos, para continuar subiendo por otro tramo de escaleras
Por las que accedemos al covacho superior, en cuyo extremo superior derecha
Se ubica un conjunto de pinturas, donde podemos ver un grupo de cuadrúpedos, dos cápridos y otras figuras
A la sombra del covacho, disfrutamos durante unos minutos de las vistas
Después, iniciamos el descenso hasta la repisa
Por la que continuamos con cuidado en suave ascenso, buscando agarres en la roca
Para seguir progresando hasta el final de la repisa
 Donde remontamos por una larga escalera 
Los metros que nos separan de una plataforma, donde podemos ver pintada la figura de un cuadrúpedo
Aquí, damos por finalizada la vista a los Abrigos del Gallinero, donde echamos un vistazo al barranco
Y, uno a uno, descendemos hasta la repisa, donde montamos un improvisado pasamanos
Que nos permite superar cómodamente la estrecha repisa
Mientras los buitres sobrevuelan nuestras cabezas

En apenas unos minutos recuperamos el Camino de las Escaleretas, cuyo tramo principal comienza en este punto, cerca de una pequeña oquedad en la que tenemos que abrazar un espolón rocoso, que si no se conoce este tramo lo más fácil es equivocarse y coger el sendero más evidente que nos lleva hacia los Abrigos del Gallinero.

Aunque desde abajo parece un paso complicado, Rubén nos comenta que es más sencillo de lo que parece, así que sin más dilación comenzamos a remontar los pocos más de cincuenta metros que nos quedan hasta la oquedad; realizamos una sencilla trepada que nos pone al nivel del espolón, que abrazamos para pasar al otro lado y que una vez metidos en harina resulta mucho más sencillo de lo que parecía.

Superado el espolón, caminamos con cuidado por una estrecha repisa, que por momentos desaparece, por la que vamos atravesando una placa tumbada cubierta en la zona inferior por vegetación que elimina la sensación de vacío, que poco a poco nos va introduciendo en un pequeño circo, hasta que localizamos la entrada a una canal resbaladiza cubierta totalmente de vegetación, por la que vamos ganando desnivel por “intuición”, ya que nada nos hace presagiar que vamos por el lugar correcto, alcanzando el covacho de las Escaleretas, desde el que podemos ver el paso más conocido, la Ventana.

Antes de continuar, subimos unos más hasta un abrigo superior, por el que accedemos realizando sencillas trepadas, asiéndonos a la rocas, donde observamos como el agua gota a gota, ha surcado pequeños gourgs y como los techos teñidos de negro, indican que en otros tiempos fue utilizado como refugio, donde disfrutamos de nuevo de unas magníficas vistas del cañón del río Vero.

Unos metros más adelante, enlazamos con el sendero que nos conduce de nuevo al Camino de las Escaleretas
Disfrutando de las vistas hacia el cañón del río Vero
Recuperado el Camino de las Escaleretas, remontamos por la roca hasta llegar a una oquedad
En el que abrazamos un espolón rocoso 
Para pasar al otro lado
Y continuar caminando por un estrecha repisa
Cubierta en la parte inferior de vegetación, que poco a poco nos va introduciendo en un circo
Hasta que localizamos el inicio de un canal resbaladiza, por la que vamos ganando desnivel
Alcanzando el covacho de las Escaleretas, desde el que vemos el paso de la ventana
Que más tarde recorreremos, para subir unos metros más hasta un covacho superior
Donde el agua gota a gota ha ido surcando pequeños gourgs
Donde las vistas hacia el cañón del río Vero se amplían

En el abrigo, permanecemos unos minutos a la sombra descansando, después, descendemos con cuidado hasta la cabecera de la canal, donde continuamos por una repisa con la roca tan pulida, que brilla desde lejos, por la que accedemos al paso de la ventana, equipado en su salida con cable de vida, al que nos anclamos para seguir por una estrecha cornisa colgada en el vacío, que a medida que avanzamos se va ensanchando; punto en el que desaparece el cable de vida y en el que esperamos a que el resto del grupo finalice este espectacular paso, mientras disfrutamos de las vistas.

Reagrupados, caminamos unos metros más por la cornisa, que da paso a un claro sendero por el que ascendemos suavemente hacia una muralla de roca, donde se bifurca en dos. Como no lo tenemos claro, decidimos seguir el sendero que va unos metros por debajo de la muralla, que poco a poco se va difuminando hasta convertirse en una trocha prácticamente cerrada por la vegetación, que nos hace pensar que no vamos por el camino correcto, aunque recuerdo que en una reseña que leí, indicaba que pasada la ventana había dos opciones para continuar.

Como esta trocha no nos convence ya que nos lleva a un callejón sin salida, decidimos regresar no sin antes echar un vistazo a una terraza en la que localizamos un arna, que es como se llamaba en esta zona a las colmenas, hechas de forma artesanal entrelazando las cañas y sellando las paredes con estiércol de vaca o buey, cerrando los extremos con tapas de piedra o madera, que para el tiempo que llevará aquí se encuentra en buen estado.

Antes de retornar, echamos una última mirada al horizonte, donde localizamos en un saliente el nido de un buitre, que se muestra impertérrito ante nuestra presencia. Lo miramos, nos mira, hacemos aspavientos con los brazos esperando que eche a volar para sacar una buena fotografía, pero al contrario de lo que pensábamos se mantiene firme en el nido, lo que nos hace pensar que “algo ocurre”; sacamos las cámaras, tiramos de zoom y salimos de dudas, al comprobar que el buitre está cuidando de su polluelo.

Tras este descubrimiento dejamos a la madre y su cría tranquilos, mientras nosotros regresamos por la trocha hasta la bifurcación, donde está vez si, remontamos la muralla caliza realizando varias trepadas sin apenas dificultad, echando una última mirada a la pareja.

Desde el abrigo superior, descendemos con cuidado hasta la cabecera de la canal
Donde continuamos por una repisa, por la que accedemos al paso de la ventana
Equipada en su salida con cable de vida
Para seguir por una estrecha cornisa colgada en el vacío
Que a medida que avanzamos se amplia, punto en el que esperamos al resto, disfrutando de las vistas
Una vez reagrupados, la cornisa da paso a un sendero, por el que en suave ascenso
Nos acercamos a la muralla caliza, donde el sendero se bifurca en dos
Tomando el ramal que nos lleva por debajo de la muralla, dejándonos junto a una vieja arna
Donde oteando el horizonte, descubrimos a un buitre con su polluelo, escondido entre las ramas
Como la trocha no tiene salida, regresamos hasta el cruce de senderos
Donde está vez si, cogemos el que va directo a la muralla, que superamos realizando varias trepadas
Echando un vistazo por última vez al buitre y su polluelo, ajenos a nuestros andares

Una vez en la parte superior de la muralla, seguimos caminando entre bojes y matorral bajo por un sendero que nos lleva pegados al borde del acantilado, en la zona conocida como la Fajana de Pera, donde abandonamos por unos minutos el sendero principal, para coger una larga escalera metálica por la que descendemos hasta el abrigo de Lecina Superior. Con una boca de casi 20 metros, alberga pinturas de Arte Esquemático datadas entre el 5.000 al 1.500 a.C., que desde aquí no podemos apreciar, ya que la reja que cubre el perímetro del abrigo nos aleja mucho, pudiendo acceder a su interior solo mediante visita guiada.

Con vistas al cañón del río Vero, regresamos sobre nuestros pasos al sendero principal, por el que continuamos dirección Norte cerca de los cortados, hasta que poco a poco el sendero va virando hacia el Este, adentrándonos en fuerte ascenso en el carrascal que conforma la Selba de Lecina, donde enlazamos con el sendero que desde Lecina va hacia los covachos de Barfaluy.

Como no los conocemos, decidimos ir, por lo cual iniciamos un tramo de ida y vuelta, tomando el sendero dirección Sur/Oeste por el que avanzamos entre carrascas, inicialmente por terreno llano incómodo de transitar al estar el sendero repleto de cantos rodados que se clavan en los pies, para más tarde comenzar un descenso alcanzando rápidamente un mirador, desde el que divisamos el Tozal de la Mallata, punto en el que convergen los barrancos de Basender, la Choca y Vero.

Después de disfrutar de tan amplia panorámica, caminamos unos metros más hasta llegar a una escalera metálica por la que descendemos al conjunto de pinturas que conforman los abrigos de Barfaluy, que están incluidos dentro Patrimonio Mundial al Arte Rupestre del Arco Mediterráneo de la Península Ibérica, declaro por la UNESCO el 30 de noviembre de 1998.

Formado por tres covachos descubiertos en una excavación realizada entre los años 1986-1987, realizamos la visita de izquierda a derecha, accediendo primero al Barfaluy III que es el más cercano a la escalera, cuyas pinturas se dividen en tres sectores que debido a la erosión y a la formación de varias coladas, son las peor conservadas de este grupo, resultando complicada la localización e identificación de lo que vemos o creemos ver …

Un poco cariacontecidos con está primera visita, nos acercamos al Barfaluy II en cuya entrada podemos contemplar una réplica de las arnas que se utilizaban antiguamente para recolectar la miel y en el interior las pinturas, donde esta vez sí, se aprecian con claridad aunque hay que echarle imaginación a la cosa, ya que según el panel informativo que vimos en el mirador, los trazos en rojo que vemos representan la figura de un hombre montado en un cuadrúpedo y de una mujer con los pechos descubiertos.

Para finalizar la visita, nos acercamos a la cavidad situada más al este de este conjunto, el Barfaluy I, en el que sin duda destaca a primera vista una figura humana arrastrando a otra con una narria, además de formas vegetales y figuras animales.

Una vez en la parte superior de la muralla, caminamos por un sendero entre boj y matorral bajo
Pegados al borde del acantilado, donde cogemos una escalera por la que descendemos
Hasta el abrigo de Lecina Superior, que alberga pinturas de Arte Esquemático, que desde la verja no vemos
Por lo cual, regresamos sobre nuestros pasos hasta el sendero principal
Continuando dirección Norte, virando poco a poco al Este, adentrándonos en la Selba de Lecina
Donde enlazamos con el sendero que va hacia los abrigos de Barfaluy, inicialmente por terreno llano
Para más tarde iniciar un descenso, tomando de referencia las balizas del "Arte Rupestre"
Alcanzando rápidamente un mirador, donde vemos la unión de los barrancos de Basender, la Choca y Vero
Después, caminamos unos metros más, hasta coger una escalera por la que descendemos hasta el Barfaluy III
Que debido a la erosión y a la formación de coladas, son las peor conservadas de este conjunto
Cariacontecidos, nos acercamos al Barfaluy II, en cuya entrada vemos una réplica de arnas
Y en el interior las pinturas de un hombre, una mujer y varios signos
Para finalizar la visita, nos acercamos al covacho situado más al Este, el Barfaluy I
En el que sin duda destaca la pintura de una figura humana arrastrando a otra con una narria 

Ahora ya más contentos con la visita a los dos últimos covachos, salimos por la escalera a la parte superior, donde observamos como en un muro cercano apoya una escalereta, que no sabemos a ciencia cierta si será autentica o una réplica, ya que parece que subiendo por ella no se llega a ningún lugar ...

Con esta duda, regresamos sobre nuestros pasos disfrutando de las vistas que tenemos del pirineo, en el que destaca la figura nevada del Cotiella y la Peña Montañesa, caminando por el pedregoso sendero que más bien parece el lecho de un río, que delata que esta zona del Sobrarbe hace 45 millones de años estaba sumergida en el mar.

Una vez alcanzamos el cruce de senderos, continuamos dirección Norte pasando junto a los restos de una antigua carbonera de la que se obtenía el carbón vegetal mediante el calentamiento de la madera de la encima o carrasca, que en abundancia puebla la Selba de Lecina, la cual vamos atravesando siguiendo un sendero pedregoso, que a medida que avanzamos da paso a un cómodo sendero, que nos lleva por los límites del bosque hasta alcanzar el cauce seco del barranco de Basender, donde el sendero se divide en tres, escogiendo está vez el sendero central, que tras una corta subida nos aleja definitivamente de la Selba de Lecina.

Una vez alcanzamos un punto elevado, ya podemos ver en la otra margen el aparcamiento del río Vero, a cuyo aforo descendemos por un amplio sendero, por el que tras algo más de seis horas llegamos a la pasarela de hormigón por la que cruzamos a la margen izquierda, para comenzar la última subida que tras varias lazadas llegamos al aparcamiento, dando por finalizada está bonita circular, que tantas ganas teníamos de realizar y que afortunadamente ha colmado nuestras expectativas.

Como hace bastante calor, hacemos unos estiramientos a la sombra, recogemos los equipos, bajamos hasta Colungo para echar un bocado con una cerveza fresca y luego vuelta para Zaragoza que nos espera la familia.

Desde los abrigos de Barfaluy, subimos por la escalera para salir a la parte superior
Donde observamos en un muro contiguo una escalereta
Después, regresamos sobre nuestros pasos
Disfrutando de las vistas al pirineo, en el que destaca el Cotiella y la Peña Montañesa
Hasta alcanzar el cruce de senderos, donde continuamos dirección Norte
Atravesando la Selba de Lecina
Que a medida que bajamos va clareando, dando paso la piedra
A un cómodo sendero 
Por el que alcanzamos el cauce del barranco de Basender
Donde cogemos el sendero central que va hacia el aparcamiento del río Vero, que tras una corta pero dura subida
Llegamos a un punto elevado, desde el que podemos ver en la otra margen, el aparcamiento del río Vero
A cuyo aforo descendemos, para cruzar por la pasarela de hormigón a la margen derecha
Y afrontar la última subida, llegando al aparcamiento después de casi siete horas de disfrute

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