La sierra del Moncayo, tiene una extensión de 25 kilómetros de largo por 8 kilómetros de ancho, siendo su máxima elevación con sus 2314 metros, el pico Moncayo o San Miguel, situado entre las provincias de Zaragoza y Soria.
Con dos vertientes claramente diferenciadas, la cara Norte es más húmeda y fría. Alberga bosques húmedos, dispuestos en pisos altitudinales, en función de sus requerimientos de humedad y temperatura, situándose en las zonas más bajas los encinares, que dan paso a mayor altitud a rebollares y hayedos, enlazando en las partes altas con frondosos pinares de pino silvestre, que a partir de los 1700 metros son formados de pino negro, siendo ambas especies fruto de una repoblación, debido al pastoreo intensivo y al carboneo, que dejo desnudo una importante parte del monte.
En contraste, la cara Sur es más soleada, contiene una representación de pinares, encinares, quejigos o arces, que en las zonas altas dan paso a los sabinares rastreros con efedras y cojines de monja, que, sobre un suelo calizo erosionado por el agua a lo largo de los siglos, a formando un sinfín de barrancos, simas o cuevas.
Con dos vertientes claramente diferenciadas, la cara Norte es más húmeda y fría. Alberga bosques húmedos, dispuestos en pisos altitudinales, en función de sus requerimientos de humedad y temperatura, situándose en las zonas más bajas los encinares, que dan paso a mayor altitud a rebollares y hayedos, enlazando en las partes altas con frondosos pinares de pino silvestre, que a partir de los 1700 metros son formados de pino negro, siendo ambas especies fruto de una repoblación, debido al pastoreo intensivo y al carboneo, que dejo desnudo una importante parte del monte.
En contraste, la cara Sur es más soleada, contiene una representación de pinares, encinares, quejigos o arces, que en las zonas altas dan paso a los sabinares rastreros con efedras y cojines de monja, que, sobre un suelo calizo erosionado por el agua a lo largo de los siglos, a formando un sinfín de barrancos, simas o cuevas.
Si bien, sus rutas de acceso tanto en verano como en invierno, son muy conocidas y concurridas, hoy, en compañía de Carlos (Zancadas Ligeras), vamos a subir por la cara Sur pero, no por la habitual desde la cueva de Agreda siguiendo el GR.86, sino, desde el área recreativa de la Dehesa, situada a un kilómetro, donde remontaremos el curso del río Molinal (más arriba se convierten en el barranco de Las Majadillas), atravesando un denso robledal en absoluta soledad.
Unos minutos más tarde, nos acercamos al cauce del río Molinal, en el que todavía se conserva los restos de una presa, que formaba una piscina, en la que nos bañábamos de pequeños, que recuerdos!, para acto seguido, subir un centenar de metros pegados al cauce del río, hasta llegar a la altura de una pasarela de madera, donde pasamos a la margen izquierda (existe una segunda pasarela aguas arriba), por la que empezamos a remontar el río Molinal que, a pesar de las escasas precipitaciones de este verano y otoño, lleva un caudal bastante aceptable, aunque nada tiene que ver con los caudales de antaño, donde tanto el cauce principal como los numerosos brazos que salían a lo largo de su curso, siempre iban a tope de agua.
Siguiendo el curso del río, alcanzamos la otra pasarela de madera, donde continuamos caminando por la margen izquierda, que no abandonaremos hasta los lindes del pinar (cota 1600 metros), internándonos en el espeso robledal, que puebla esta ladera Sur del Moncayo, en el conocido como Valle del Araviana, donde los robles centenarios apenas dejan entrar la luz, por lo que avanzamos buscando las zonas más limpias de vegetación, siempre, remontando el curso del barranco de las Majadillas, localizando de en vez cuando, algunas trochas hechas por la fauna del lugar (corzos y jabalíes) y pescadores, que, disfrutan del arte de la pesca, con las preciosas y vivaraces truchas, que en buena cantidad, pueblan el cauce del barranco de las Majadillas.
En un punto determinado, decidimos parar unos minutos, echamos un trago de agua mientras disfrutamos de las pinceladas de colores que ofrece el otoño. Después, tomando de referencia el cauce del barranco, chino a chano, vamos ganándole metros al recorrido, apartando con cuidado las ramas bajas de los árboles, evitando soltarlas de golpe y golpear al compañero, hasta salir a un pequeño claro, donde el barranco dibuja un meandro, desde el que divisamos el cerro del Corralejo, por cuya base pasaremos más adelante.
Abrumados por tan espectacular entorno, descendemos hasta el cauce del barranco. En este tramo, lo mejor es avanzar pegados a él, así que caminamos por un espeso manto de hierba, en el que de vez en cuando, toca sortear alguno de los diversos ramales que en este punto forma ya el barranco de las Majadillas, que, salvamos con una zancada, ya que apenas tiene anchura, para acto seguido, adentrarnos en el espeso robledal, en el que tímidamente entran los rayos de sol, calentando un poco el cuerpo, ya que la mañana es bastante fría, hasta alcanzar una pequeña poza desprovista de vegetación, en la que aprovechamos para descansar, echar un trago de agua y disfrutar en soledad del entorno.
Unos minutos más tarde, continuamos remontado el barranco, en el que a medida que avanzamos se va estrechando y perdiendo caudal, bifurcándose en dos (cota 1400 metros), optando por seguir por el ramal de la derecha, hasta llegar a la base de unas cascadas, cubiertas por la vegetación, donde cualquier rastro de trocha o senda desaparece, por lo que subimos monte a través, realizando pequeñas lazadas, para disminuir el esfuerzo.
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Dejamos el coche en el área recreativa de la Dehesa del Moncayo, cruzamos por la pasarela de madera, a la margen izquierda |
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Del río Molinal, que remontamos alternando tramos de monte a través |
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Con trochas hechas por los animales y pescadores, adentrándonos rápidamente en el espeso robledal |
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Que cubre la cara Sur del Moncayo, siempre tomando de referencia el cauce del barranco, que no abandonaremos en ningún momento |
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Saliendo a un pequeño claro, desde el que divisamos el Cerro del Corralejo |
Con
bastante esfuerzo, logramos llegar a la parte superior de las
cascadas, alcanzamos una extensa pradera, donde abandonamos el espectacular robledal que cubre la cara Sur del Moncayo
Antes de seguir, echamos una última mirada atrás, para disfrutar del robledal, con la Sierra del Madero de fondo, después, caminamos unos metros por la pradera, hasta enlazar con el Camino de la Loma, que sube también desde el área recreativa de la Dehesa.
Este camino, es utilizado por los cazadores, para subir a los puestos de caza, para mi gusto, es una opción poco aconsejable, ya que además de ser más largo, rodea todo el robledal, sin internarse en el, perdiendo gran parte de la esencia del recorrido.
Como no podía ser de otra forma, en el cordal, el Moncayo nos recibe con un tiempo de perros, una nubes negras se aproximan desde el Este, sopla bastante el viento, y la temperatura baja considerablemente, hace un frío de mil demonios!.
Sin detenernos, caminamos por el cordal, nos ponemos los cortavientos para entrar en calor, rápidamente enlazamos con la vía principal, y unos metros más adelante, alcanzamos el gran hito que marca la modesta cima del Cerro de San Juan, que pasamos de largo.
Ya con vistas a la cima del Moncayo, descendemos durante cien metros, hasta alcanzar la pala final, por la que ganamos los últimos metros, en suave ascenso, hasta llegar primero a la talla de la Virgen del Pilar, y unos metros después, a la cima del Pico Moncayo, o San Miguel, que hoy no pasa de ser un objetivo secundario, ya que el verdadero objetivo del día, era disfrutar del robledal, que puebla la cara Sur del Moncayo, en la conocida como "cara oculta del Moncayo".
Nos hacemos una foto en la cima, y rápidamente nos acercamos hasta uno de los vivacs, que hay cerca de la cima, ya que las vistas desde la cumbre son escasas, y nos apetece echar un bocado antes de iniciar el descenso hacia la Cueva de Agreda.
Sobre la cota 1.450 m, el sendero muere en un amplio camino de tierra, por el que seguimos ensimismados en el entorno, tanto, que me doy cuenta, de que hace ya un buen rato, que nos hemos pasado el desvío del PR-SO19.
Como tenemos que echar, casi un kilómetro atras, y encima en subida, decidimos seguir por el camino principal, siguiendo el GR.86, por el que en suave descenso, vadeamos en un par de ocasiones, el exiguo cauce del río Transmoncayo.
Tomando de referencia las marcas rojas y blancas, salimos del robledal, ya con vistas a la Cueva de Agreda, en donde podemos ver la cueva, que da origen al nombre del pueblo, en la que habita una importante colonia de murciélagos, que en los últimos años, ha menguado por las enfermedades.
Al final del camino, llegamos a las afueras de la Cueva de Agreda, enlazamos con la carretera que une dicha población con Beratón, caminamos por ella durante ochocientos metros, hasta alcanzar un mirador, desde el que obtenemos unas bonitas vistas de todo el cordal del Moncayo, por el que hace un rato hemos diambulado.
De nuevo en la carretera, continuamos por ella, durante doscientos metros en fuerte descenso, hasta llegar al área recreativa de la Dehesa del Moncayo, tras completar un espectacular recorrido, de 14 kilómetros y casi 1.100 m de desnivel positivo, en la que es sin duda, la ascensión al Moncayo más bonita, e inusual, que se puede hacer.
Antes de partir, hacemos una serie de estiramientos, nos vamos a la Cueva de Agreda, y junto a la fuente del pueblo, nos comemos sendos bocatas de lomo, con sus respectivas cervezas, que nos las hemos ganado!.
Antes de seguir, echamos una última mirada atrás, para disfrutar del robledal, con la Sierra del Madero de fondo, después, caminamos unos metros por la pradera, hasta enlazar con el Camino de la Loma, que sube también desde el área recreativa de la Dehesa.
Este camino, es utilizado por los cazadores, para subir a los puestos de caza, para mi gusto, es una opción poco aconsejable, ya que además de ser más largo, rodea todo el robledal, sin internarse en el, perdiendo gran parte de la esencia del recorrido.
Durante cincuenta metros, continuamos hasta el final
del Camino de la Loma, que muere sobre la cota 1.500 m. A buen ritmo,
avanzamos por medio de la pradera durante medio kilómetro, hasta
alcanzar los lindes del pinar, donde vadeamos el cauce del barranco
de las Majadillas, y nos internamos en el pinar, sin sendero
aparente, buscando las zonas más claras, eso si, siempre pegados al
cauce del barranco, al cual nos acercamos de vez en cuando, para
disfrutar de los pequeños saltos de agua, que se forman a lo largo
de este tramo.
Poco
a poco, el pinar va clareando, cuando alcanzamos la cota 1.750 m,
salimos a cielo abierto, abandonamos definitivamente el bosque, y
avanzamos sin sendero aparente, buscando las zona mas fáciles de
transitar, lo que nos obliga a cambiar de una margen a otra del
barranco, cada dos por tres.
Después
de varios vadeos, nos perfilamos definitivamente en la margen derecha
del barranco de las Majadillas, que a estas alturas, es tan solo un
simple arroyo, en el que apenas brota un hilo de agua, que se filtra entre las rocas unos metros más arriba, cerca de los restos de un
avión, que se estrello en esta zona, hace unas décadas.
El
desnivel acumulado, comienza a notarse, aprovechamos que nos
encontramos cerca del cordal, para hacer una pausa, comemos algo, reponemos fuerzas, mientras echamos una mirada atrás y contemplamos
desde la lejanía, las llanuras de las tierras sorianas.
Con
energías renovadas, nos ponemos en marcha, continuamos nuestro
recorrido, por terreno agreste, donde las rocas, se mezclan con los
piornos, enebros y brezos, que conforman en su mayoría, la
vegetación predominante, por estas alturas.
A
pesar del terreno, caminamos con bastante facilidad, tomamos de
referencia las trazas de trocha, que hay en determinados puntos, y
algunos hitos colocados esporádicamente, aunque la ascensión no
tiene pérdida alguna, ya que debemos seguir la línea divisoria, que
forma el cauce seco del barranco de las Majadillas, que nace a
nuestra izquierda, en el cercano Alto de los Almudejos.
Cerca del cordal, la pendiente se acentúa, comenzamos a realizar diversas lazadas, para amortiguar el fuerte desnivel, que estamos acometiendo, tomando referencia las ruinas de un corral, al que nos aproximamos dirección N, y que dejamos a nuestra izquierda.
Cuando llegamos a las cuatro horas de caminata, sobre el kilómetro cinco, alcanzamos el cordal que une las principales cimas del Moncayo, a la altura del Alto de los Almudejos, y el Cerro San Juan, donde pasamos de la soledad de la ascensión por el barranco de las Majadillas, a compartir ruta, con una horda de personas, que se encaraman por la vía habitual, desde el circo de San Miguel, hacia la cima del Pico Moncayo o San Miguel.
Como no podía ser de otra forma, en el cordal, el Moncayo nos recibe con un tiempo de perros, una nubes negras se aproximan desde el Este, sopla bastante el viento, y la temperatura baja considerablemente, hace un frío de mil demonios!.
Sin detenernos, caminamos por el cordal, nos ponemos los cortavientos para entrar en calor, rápidamente enlazamos con la vía principal, y unos metros más adelante, alcanzamos el gran hito que marca la modesta cima del Cerro de San Juan, que pasamos de largo.
Ya con vistas a la cima del Moncayo, descendemos durante cien metros, hasta alcanzar la pala final, por la que ganamos los últimos metros, en suave ascenso, hasta llegar primero a la talla de la Virgen del Pilar, y unos metros después, a la cima del Pico Moncayo, o San Miguel, que hoy no pasa de ser un objetivo secundario, ya que el verdadero objetivo del día, era disfrutar del robledal, que puebla la cara Sur del Moncayo, en la conocida como "cara oculta del Moncayo".
Nos hacemos una foto en la cima, y rápidamente nos acercamos hasta uno de los vivacs, que hay cerca de la cima, ya que las vistas desde la cumbre son escasas, y nos apetece echar un bocado antes de iniciar el descenso hacia la Cueva de Agreda.
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Sobre el kilómetro cinco, alcanzamos el cordal, que une las principales cimas del Moncayo |
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Enlazamos con la vía habitual que sube desde el Circo de San Miguel |
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Llegamos a la modesta cima del Cerro de San Juan, que pasamos de largo |
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Después de un corto descenso, remontamos la pala final que nos ha de llevar al cima |
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Cima del Pico Moncayo o San Miguel, que nos recibe como es habitual, con un tiempo de perros |
Después
de charrar con una pareja, y hacer publicidad de nuestros respectivos
blogs, es hora de regresar, para ello, la idea inicial, es hacerlo
por el GR.86 hasta las próximidades de la Cueva de Agreda, donde enlazaremos con el sendero local PR-SO19 hasta el área recreativa de la Dehesa.
Para ganar algo de tiempo, el descenso lo haremos al trote, en el primer tramo, tenemos la posibilidad de descender por el collado de Pasalabos, o seguir el GR.86 desde el principio hasta, el barranco del Coladillo, punto en el que convergen ambos descensos.
Como conozco ambas alternativas, finalmente decidimos seguir con los planes iniciales, así que nos ponemos los bartulos, subimos la cremallera hasta arriba, e iniciamos el descenso por el cordal dirección S, durante trescientos metros, hasta alcanzar las marcas rojas y blancas del GR.86, donde abandonamos el sendero que viene desde el circo de San Miguel, y tomamos un sendero, que parte dirección O, hacia tierras sorianas.
En suave descenso, vamos perdiendo desnivel, alcanzamos el cauce seco del barranco del Coladillo, que más abajo se convierte en el río Transmoncayo, a su paso por la población de la Cueva de Agreda, y entre matorral bajo, trotamos disfrutando del entorno, siempre atentos a las piedras y raices, que emergen del suelo, para evitar dar un traspies.
Sobre la cota 1.750 m., llegamos a la confluencia con el sendero, que desciende desde el collado de Pasalobos, donde el barranco del Coladillo, comienza a llevar un caudal continuó aunque algo escaso, para la época del año en la que nos encontramos.
A medida que bajamos, la temperatura va subiendo, nos quitamos los cortavientos, y continuamos por buen sendero, siguiendo el curso del barranco por su margen derecha, en el cual nos detenemos un instante, para ver los restos de uno de los varios aviones que se estrellaron en los años 70 y 80, cerca de la cima del Moncayo.
Aunque ya había
subido unas cuantas veces por el GR.86, siempre me sorprende lo
tranquilo de este recorrido, sobre todo en comparación con el que
sube desde el circo de San Miguel, la sensación de soledad es
absoluta, y nos quedamos un rato disfrutando del entorno.
De vuelta al recorrido, seguimos descendiendo, pegados al cauce del río Transmoncayo, poco a poco, nos vamos acercando al final del recorrido, y a las lindes del robledal, que en menor cuantía cubre esta parte.
Antes de adentrarnos en el, echamos una mirada atrás, y comprobamos como el collado de Castilla, va quedando distante; después, nos introducimos por cómodo sendero, en ligero descenso, por es espectacular robledal, por el que decidimos caminar, disfrutando de nuevo, del magnifico espectáculo de tonalidades, que nos ofrece.
Como tenemos que echar, casi un kilómetro atras, y encima en subida, decidimos seguir por el camino principal, siguiendo el GR.86, por el que en suave descenso, vadeamos en un par de ocasiones, el exiguo cauce del río Transmoncayo.
Tomando de referencia las marcas rojas y blancas, salimos del robledal, ya con vistas a la Cueva de Agreda, en donde podemos ver la cueva, que da origen al nombre del pueblo, en la que habita una importante colonia de murciélagos, que en los últimos años, ha menguado por las enfermedades.
Al final del camino, llegamos a las afueras de la Cueva de Agreda, enlazamos con la carretera que une dicha población con Beratón, caminamos por ella durante ochocientos metros, hasta alcanzar un mirador, desde el que obtenemos unas bonitas vistas de todo el cordal del Moncayo, por el que hace un rato hemos diambulado.
De nuevo en la carretera, continuamos por ella, durante doscientos metros en fuerte descenso, hasta llegar al área recreativa de la Dehesa del Moncayo, tras completar un espectacular recorrido, de 14 kilómetros y casi 1.100 m de desnivel positivo, en la que es sin duda, la ascensión al Moncayo más bonita, e inusual, que se puede hacer.
Antes de partir, hacemos una serie de estiramientos, nos vamos a la Cueva de Agreda, y junto a la fuente del pueblo, nos comemos sendos bocatas de lomo, con sus respectivas cervezas, que nos las hemos ganado!.