lunes, 20 de febrero de 2017

Ascensión al Moncayo 2.314 m, por el barranco de las Majadillas, descenso por el GR.86, desde la Cueva de Agreda


La sierra del Moncayo, tiene una extensión de 25 kilómetros de largo por 8 kilómetros de ancho, siendo su máxima elevación con sus 2314 metros, el pico Moncayo o San Miguel, situado entre las provincias de Zaragoza y Soria.

Con dos vertientes claramente diferenciadas, 
 la cara Norte es más húmeda y fría. Alberga bosques húmedos, dispuestos en pisos altitudinales, en función de sus requerimientos de humedad y temperatura, situándose en las zonas más bajas los encinares, que dan paso a mayor altitud a rebollares y hayedos, enlazando en las partes altas con frondosos pinares de pino silvestre, que a partir de los 1700 metros son formados de pino negro, siendo ambas especies fruto de una repoblación, debido al pastoreo intensivo y al carboneo, que dejo desnudo una importante parte del monte.

En contraste, 
la cara Sur es más soleada, contiene una representación de pinares, encinares, quejigos o arces, que en las zonas altas dan paso a los sabinares rastreros con efedras y cojines de monja, que, sobre un suelo calizo erosionado por el agua a lo largo de los siglos, a formando un sinfín de barrancos, simas o cuevas.

Si bien, sus rutas de acceso tanto en verano como en invierno, son muy conocidas y concurridas, hoy, en compañía de Carlos (Zancadas Ligeras), vamos a subir por la cara Sur pero, no por la habitual desde la cueva de Agreda siguiendo el GR.86, sino, desde el área recreativa de la Dehesa, situada a un kilómetro, donde remontaremos el curso del río Molinal (más arriba se convierten en el barranco de Las Majadillas), atravesando un denso robledal en absoluta soledad. 



Quedamos en Cuarte de Hueva, hacemos la parada obligatoria en el obrador de Borja y ya de un tirón, nos vamos hasta la Cueva de Agreda, donde continuamos durante un kilómetro hacia Beratón, hasta alcanzar el área recreativa de la Dehesa del Moncayo, donde a la sombra de un roble dejamos el coche.

Unos minutos más tarde, nos acercamos al cauce del río Molinal, en el que todavía se conserva los restos de una presa, que formaba una piscina, en la que nos bañábamos de pequeños, que recuerdos!, 
para acto seguido, subir un centenar de metros pegados al cauce del río, hasta llegar a la altura de una pasarela de madera, donde pasamos a la margen izquierda (existe una segunda pasarela aguas arriba), por la que empezamos a remontar el río Molinal que, a pesar de las escasas precipitaciones de este verano y otoño, lleva un caudal bastante aceptable, aunque nada tiene que ver con los caudales de antaño, donde tanto el cauce principal como los numerosos brazos que salían a lo largo de su curso, siempre iban a tope de agua.

Siguiendo el curso del río, alcanzamos la otra pasarela de madera, donde continuamos caminando por la margen izquierda, que no abandonaremos hasta aproximadamente la cota 1600 m, hasta los lindes del pinar, internándonos internando en el espeso robledal, que puebla esta ladera Sur del Moncayo, en el conocido como Valle del Araviana, donde los robles centenarios, apenas dejan entrar la luz.

A través del robledal, vamos siguiendo el curso del barranco de las Majadillas, de vez en cuando, encontramos tramos de trocha hechas por la fauna del lugar (corzos y jabalíes) y por los pescadores, que disfrutan del arte de la pesca, con las preciosas y vivaraces truchas, que en buena cantidad, pueblan el cauce del barranco de las Majadillas.

Cuando el bosque se cierra, aprovechamos para hacer una pausa, oteamos a nuestro alrededor, buscando las zonas menos pobladas y de paso, disfrutar por un instante, del magnifico espectáculo de tonalidades, que el otoño nos regala y que por suerte, hemos encontrado en su máximo apogeo.

Tomando de referencia el cauce del barranco, chino a chano, vamos ganándole metros al recorrido, apartando con cuidado las ramas bajas de los árboles, evitando soltarlas de golpe, y que golpeen al compañero, que viene detrás, saliendo a un claro, donde el barranco dibuja un meandro, desde el que divisamos el cerro del Corralejo, por cuya base paremos más adelante.

Abrumados por tan espectacular entorno, descendemos hasta el cauce del barranco, en este tramo, lo mejor es avanzar pegados a él, así que caminamos por un espeso manto de hierba, en el que de vez en cuando, toca sortear, alguno de los diversos ramales que en este punto forma ya el barranco de las Majadillas, que salvamos con una zancada, ya que apenas tienen anchura, para acto seguido, volvernos a engullirnos en el espeso robledal, en el que tímidamente entran los rayos de sol, que alivian el frío, que hemos pasado a primera hora de la mañana, hasta alcanzar una pequeña poza desprovista de vegetación, en la que aprovechamos para descansar, echar un trago de agua y disfrutar en soledad del entorno.

Unos minutos más tarde, continuamos remontado el barranco, en el que a medida que avanzamos se va estrechando y perdiendo caudal, bifurcándose en dos, sobre la cota 1400 metros, optando por seguir por el ramal de la derecha, por medio del robledal, hasta llegar a la base de unas cascadas, cubiertas por la vegetación, donde cualquier rastro de trocha o senda desaparece, por lo que subimos monte a través, realizando pequeñas lazadas, para disminuir el esfuerzo.

Dejamos el coche en el área recreativa de la Dehesa del Moncayo, cruzamos por la pasarela de madera, a la margen izquierda
Del río Molinal, que remontamos alternando tramos de monte a través
Con trochas echas por los animales y pescadores, adentrándonos rápidamente en el espeso robledal
Que cubre la cara Sur del Moncayo, siempre tomando de referencia el cauce del barranco, que no abandonaremos en ningún momento
Saliendo a un pequeño claro, desde el que divisamos el Cerro del Corralejo









Con bastante esfuerzo, logramos llegar a la parte superior de las cascadas, alcanzamos una extensa pradera, donde abandonamos el espectacular robledal que cubre la cara Sur del Moncayo

Antes de seguir, echamos una última mirada atrás, para disfrutar del robledal, con la Sierra del Madero de fondo, después, caminamos unos metros por la pradera, hasta enlazar con el Camino de la Loma, que sube también desde el área recreativa de la Dehesa.

Este camino, es utilizado por los cazadores, para subir a los puestos de caza, para mi gusto, es una opción poco aconsejable, ya que además de ser más largo, rodea todo el robledal, sin internarse en el, perdiendo gran parte de la esencia del recorrido.

Durante cincuenta metros, continuamos hasta el final del Camino de la Loma, que muere sobre la cota 1.500 m. A buen ritmo, avanzamos por medio de la pradera durante medio kilómetro, hasta alcanzar los lindes del pinar, donde vadeamos el cauce del barranco de las Majadillas, y nos internamos en el pinar, sin sendero aparente, buscando las zonas más claras, eso si, siempre pegados al cauce del barranco, al cual nos acercamos de vez en cuando, para disfrutar de los pequeños saltos de agua, que se forman a lo largo de este tramo.

Poco a poco, el pinar va clareando, cuando alcanzamos la cota 1.750 m, salimos a cielo abierto, abandonamos definitivamente el bosque, y avanzamos sin sendero aparente, buscando las zona mas fáciles de transitar, lo que nos obliga a cambiar de una margen a otra del barranco, cada dos por tres.

Después de varios vadeos, nos perfilamos definitivamente en la margen derecha del barranco de las Majadillas, que a estas alturas, es tan solo un simple arroyo, en el que apenas brota un hilo de agua, que se filtra entre las rocas unos metros más arriba, cerca de los restos de un avión, que se estrello en esta zona, hace unas décadas.

El desnivel acumulado, comienza a notarse, aprovechamos que nos encontramos cerca del cordal, para hacer una pausa, comemos algo, reponemos fuerzas, mientras echamos una mirada atrás y contemplamos desde la lejanía, las llanuras de las tierras sorianas.

Con energías renovadas, nos ponemos en marcha, continuamos nuestro recorrido, por terreno agreste, donde las rocas, se mezclan con los piornos, enebros y brezos, que conforman en su mayoría, la vegetación predominante, por estas alturas.

A pesar del terreno, caminamos con bastante facilidad, tomamos de referencia las trazas de trocha, que hay en determinados puntos, y algunos hitos colocados esporádicamente, aunque la ascensión no tiene pérdida alguna, ya que debemos seguir la línea divisoria, que forma el cauce seco del barranco de las Majadillas, que nace a nuestra izquierda, en el cercano Alto de los Almudejos.

Cerca del cordal, la pendiente se acentúa, comenzamos a realizar diversas lazadas, para amortiguar el fuerte desnivel, que estamos acometiendo, tomando referencia las ruinas de un corral, al que nos aproximamos dirección N, y que dejamos a nuestra izquierda.














Cuando llegamos a las cuatro horas de caminata, sobre el kilómetro cinco, alcanzamos el cordal que une las principales cimas del Moncayo, a la altura del Alto de los Almudejos, y el Cerro San Juan, donde pasamos de la soledad de la ascensión por el barranco de las Majadillas, a compartir ruta, con una horda de personas, que se encaraman por la vía habitual, desde el circo de San Miguel, hacia la cima del Pico Moncayo o San Miguel.

Como no podía ser de otra forma, en el cordal, el Moncayo nos recibe con un tiempo de perros, una nubes negras se aproximan desde el Este, sopla bastante el viento, y la temperatura baja considerablemente, hace un frío de mil demonios!.

Sin detenernos, caminamos por el cordal, nos ponemos los cortavientos para entrar en calor, rápidamente enlazamos con la vía principal, y unos metros más adelante, alcanzamos el gran hito que marca la modesta cima del Cerro de San Juan, que pasamos de largo.

Ya con vistas a la cima del Moncayo, descendemos durante cien metros, hasta alcanzar la pala final, por la que ganamos los últimos metros, en suave ascenso, hasta llegar primero a la talla de la Virgen del Pilar, y unos metros después, a la cima del Pico Moncayo, o San Miguel, que hoy no pasa de ser un objetivo secundario, ya que el verdadero objetivo del día, era disfrutar del robledal, que puebla la cara Sur del Moncayo, en la conocida como "cara oculta del Moncayo".

Nos hacemos una foto en la cima, y rápidamente nos acercamos hasta uno de los vivacs, que hay cerca de la cima, ya que las vistas desde la cumbre son escasas, y nos apetece echar un bocado antes de iniciar el descenso hacia la Cueva de Agreda.

Sobre el kilómetro cinco, alcanzamos el cordal, que une las principales cimas del Moncayo

Enlazamos con la vía habitual que sube desde el Circo de San Miguel

Llegamos a la modesta cima del Cerro de San Juan, que pasamos de largo

Después de un corto descenso, remontamos la pala final que nos ha de llevar al cima



Cima del Pico Moncayo o San Miguel, que nos recibe como es habitual, con un tiempo de perros


Después de charrar con una pareja, y hacer publicidad de nuestros respectivos blogs, es hora de regresar, para ello, la idea inicial, es hacerlo por el GR.86 hasta las próximidades de la Cueva de Agreda, donde enlazaremos con el sendero local PR-SO19 hasta el área recreativa de la Dehesa.

Para ganar algo de tiempo, el descenso lo haremos al trote, en el primer tramo, tenemos la posibilidad de descender por el collado de Pasalabos, o seguir el GR.86 desde el principio hasta, el barranco del Coladillo, punto en el que convergen ambos descensos.

Como conozco ambas alternativas, finalmente decidimos seguir con los planes iniciales, así que nos ponemos los bartulos, subimos la cremallera hasta arriba, e iniciamos el descenso por el cordal dirección S, durante trescientos metros, hasta alcanzar las marcas rojas y blancas del GR.86, donde abandonamos el sendero que viene desde el circo de San Miguel, y tomamos un sendero, que parte dirección O, hacia tierras sorianas.

En suave descenso, vamos perdiendo desnivel, alcanzamos el cauce seco del barranco del Coladillo, que más abajo se convierte en el río Transmoncayo, a su paso por la población de la Cueva de Agreda, y entre matorral bajo, trotamos disfrutando del entorno, siempre atentos a las piedras y raices, que emergen del suelo, para evitar dar un traspies.

Sobre la cota 1.750 m., llegamos a la confluencia con el sendero, que desciende desde el collado de Pasalobos, donde el barranco del Coladillo, comienza a llevar un caudal continuó aunque algo escaso, para la época del año en la que nos encontramos.

A medida que bajamos, la temperatura va subiendo, nos quitamos los cortavientos, y continuamos por buen sendero, siguiendo el curso del barranco por su margen derecha, en el cual nos detenemos un instante, para ver los restos de uno de los varios aviones que se estrellaron en los años 70 y 80, cerca de la cima del Moncayo.

Aunque ya había subido unas cuantas veces por el GR.86, siempre me sorprende lo tranquilo de este recorrido, sobre todo en comparación con el que sube desde el circo de San Miguel, la sensación de soledad es absoluta, y nos quedamos un rato disfrutando del entorno.

De vuelta al recorrido, seguimos descendiendo, pegados al cauce del río Transmoncayo, poco a poco, nos vamos acercando al final del recorrido, y a las lindes del robledal, que en menor cuantía cubre esta parte.

Antes de adentrarnos en el, echamos una mirada atrás, y comprobamos como el collado de Castilla, va quedando distante; después, nos introducimos por cómodo sendero, en ligero descenso, por es espectacular robledal, por el que decidimos caminar, disfrutando de nuevo, del magnifico espectáculo de tonalidades, que nos ofrece.

Sobre la cota 1.450 m, el sendero muere en un amplio camino de tierra, por el que seguimos ensimismados en el entorno, tanto, que me doy cuenta, de que hace ya un buen rato, que nos hemos pasado el desvío del PR-SO19.

Como tenemos que echar, casi un kilómetro atras, y encima en subida, decidimos seguir por el camino principal, siguiendo el GR.86, por el que en suave descenso, vadeamos en un par de ocasiones, el exiguo cauce del río Transmoncayo.

Tomando de referencia las marcas rojas y blancas, salimos del robledal, ya con vistas a la Cueva de Agreda, en donde podemos ver la cueva, que da origen al nombre del pueblo, en la que habita una importante colonia de murciélagos, que en los últimos años, ha menguado por las enfermedades.

Al final del camino, llegamos a las afueras de la Cueva de Agreda, enlazamos con la carretera que une dicha población con Beratón, caminamos por ella durante ochocientos metros, hasta alcanzar un mirador, desde el que obtenemos unas bonitas vistas de todo el cordal del Moncayo, por el que hace un rato hemos diambulado.

De nuevo en la carretera, continuamos por ella, durante doscientos metros en fuerte descenso, hasta llegar al área recreativa de la Dehesa del Moncayo, tras completar un espectacular recorrido, de 14 kilómetros y casi 1.100 m de desnivel positivo, en la que es sin duda, la ascensión al Moncayo más bonita, e inusual, que se puede hacer.

Antes de partir, hacemos una serie de estiramientos, nos vamos a la Cueva de Agreda, y junto a la fuente del pueblo, nos comemos sendos bocatas de lomo, con sus respectivas cervezas, que nos las hemos ganado!.

















13 comentarios:

  1. Van saliendo los incunables... Unir Peñas Negras y Pasalobos sin pisar cumbre fue una de mis obsesiones. La otra me sigue esperando no muy lejos. Buen reportaje.

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    1. Pues ya me contaras off the record, cual es la otra obsesión Andres. Muchas Gracias por comentar!

      Un saludo.

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  2. ¡Que chulo ese robledal! ¿te puedes creer que aún no he subido al Moncayo?... a ver si lo soluciono este año, que ya tengo alguna propuesta por ahí.

    Salud!

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    1. Hola Pirene.

      Pues es que con todo lo que teneis alrededor de Huesca, es normal que no hayais venido al Moncayo.

      La subida por el Robledal es mágnifica, y si lo quieres hacer por la parte de Zaragoza, la mejor opción es en otoño, haciendo la circular desde Agramonte, subiendo por el GR, y bajando por el Collado de Castilla o viceversa, de esa forma atraviesas el Hayedo, practicamente todo por sendero.

      El sábado seguramente subire yo al Moncayo, a ver en que condiciones está la nieve, y si no hace niebla, que me da a mí, que con el buen tiempo que hace, seguro que se pone ...

      Un saludo.

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  3. Incunable sin duda este buen relato de una de las más intrincadas y bellas subidas al Moncayo, que he vuelto a revivir leyéndolo tantos meses después de haberlo hecho Eduardo y yo.
    Pirene, a pesar de estar por Huesca ya comienza a ser delito que aún no hayas hollado el Moncayo. Te has de animar a hacerlo.
    Eduardo, compañero buscador de lo inédito y amigo de lo intrincado, pronto haremos la siguiente.
    Hasta entonces, un abrazo.

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    1. Hola Carmar.

      Con esta bella, intrincada y solitaria subida al Moncayo, completamos una espectacular tridente a la cara oculta del Moncayo, que para ti, ya lo es menos.

      A ver si nos vemos pronto, que ya hace un tiempo, de la última.

      Salud y Montaña.

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  4. Hola Eduardo.

    Que pasada ese robledal con el arroyo surcándolo. Solo por ese tramo merece la pena cualquier esfuerzo. Una de mis asignaturas pendientes es el Moncayo pero me pasa que Generalmente cuando paso por el Moncayo voy camino de los Piris, y claro con los días contados y las rutas pirenaicas planeadas, el Moncayo me pilla fuera de plan. A ver si un otoño, planeo con mi mujer ir allí solamnete un finde largo o un puente.
    Un saludo.

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    1. Hola Toni.

      Disfrutar del robledal en pleno otoño, era el objetivo de la ruta, y lo conseguimos sobradamente.

      La zona del Moncayo, da para un fin de semana perfectamente, y para más, no solo por naturaleza, sino también culturamente, una visita a Tarazona, merece mucho la pena. Os lo recomiendo!

      Un saludo.

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    2. Pero si vas a Tarazona, no vayas en Domingo por la mañana si quieres ver La Catedral por dentro. Llama antes para concertar visita.

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    3. Gracias por el dato e-cuervo, yo la última vez que estuve visitando Tarazona, todavía no estaba abierta la Catedral, a ver si nos acercamos un día.

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  5. Hola Eduardo.

    En estas fechas que en facebook todoquisque cuelga fotos del Moncayo nevado se me hace raro ver un reportaje con sus laderas peladas de nieve jeje.
    Fuera de coñas, me parece, este recorrido que propones, una opción muy atractiva para asaltar el Moncayo sin aglomeraciones, al menos hasta llegar a la cuerda, y no solo eso, sino que también es una excelente opción para disfrutar en otoño de esta montaña, con los colores y los barranquetes acuosos de esos robledales, que como bien apuntas tu en la crónica, dejan la ascensión al Moncayo en un segundo plano.
    Y joder, con el Moncayo, ya no solo tiene fama de atraer al mal tiempo, cosa que doy fe de ello, sino que también, y por lo que comentas, es una montaña peligrosa para el tráfico aéreo, pasmado me he quedado con lo de las avionetas.

    Un saludo!!

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    1. Hola Dani.

      Pues este servidor, no tiene ni facebook, ni cosas similares, no me gusta nada!, pero si lo tuviese, te puedo asegurar, que habrías visto una foto mía, del sábado en la cima del Moncayo :).

      Si alguna vez vuelves a la zona, está ruta en otoño es una gran opción, junto con la que sube por la parte zaragozana desde Agramonte, pero te puedo asegurar, que en la zona soriano, con los dedos de una mano podrás contar a los montañeros que te encuentres, salvo en el tramo final de ascensión, que hay los tendras como hormigas.

      Que yo conozca, son tres los que se han estrellado, seguramente habrá alguno más, hasta no hace mucho, se veían muchos restos todavía esparcidos por la montaña, ahora son testimoniales.

      Lo más duro del Moncayo, siempre ha sido el clima tan adverso que se forman especialmente en su cumbre, ese mismo clima lo sufren los aviones, que se pierden entra la niebla y acaban en el suelo.

      Salud y Montaña.

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    2. Moncayo no es moco de pavo con las avionetas. El camino desde hayaceca a peña negrilla por pasalobos tiene los restos de otra avioneta. La pena es que no ha provocado aterrizajes forzosos de las antigranizo de los cojones..

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