jueves, 31 de agosto de 2023

La Ruta del Flysch: de Deba a Zumaia (GR.121), algo más que geología


El Geoparque de la Costa Vasca (oficialmente, Geoparkea), es un pequeño territorio encajado entre el mar Cantábrico y las montañas vascas, que se integra en los municipios de Deba, Mutriku y Zumaia, que el 17 de noviembre de 2015, fue nombrado Geoparque Mundial de la UNESCO e integrado, en la red Mundial de Geoparques.

A primera vista, destaca por la armonía de las diferentes tonalidades de verde, que ofrecen los pastos y bosques, que se suceden desde la línea de costa hasta tierra adentro, pero el verdadero interés de este lugar, se encuentra en los treces kilómetros de acantilados, en los que afloran rocas sedimentarias en facies de tipo flysch y que reflejan de forma continua, unos setenta millones de años de la historia de la tierra, desde el Albiense (Cretácico Inferior) hasta el Ypresiense (Eoceno Inferior).

Aprovechando el último día de vacaciones, como nos viene de camino a casa, voy a aprovechar para recorrer el tramo del litoral, que une Deba con Zumaia, en la conocida como “Ruta del Flysch”, que corresponde con la quinta etapa del GR.121 (Vuelta a Guipúzkoa).


Como estas vacaciones hemos venido solos, desayunamos en el caserío, hacemos la maleta y sobre las 11 llegamos a Deba, donde a las afueras pasamos un aparcamiento gratuito, que se encuentra algo alejado, así que me acerco hasta el aparcamiento que hay cerca de la estación de tren (zona azul), ya que, para volver al punto de inicio, es necesario coger el tren que va de Zumaia a Deba (2.5 €).

En el poste de pago, se acumula la gente, por lo visto, al meter la tarjeta de crédito se ha bloqueado. La cosa no parece tener una rápida solución,  por lo cual, nos vamos al aparcamiento de la playa de Santiago (zona azul), que para el día tan bueno que hace, está prácticamente vació, donde voy a pagar con la tarjeta para ampliar el horario lo máximo posible y al igual que en el otro aparcamiento se bloquea …

Por suerte, no es el único, así que me acerco al otro y está vez, voy a lo seguro, por lo que pago con monedas, pero, surge otro inconveniente, lo máximo que deja son 9 €, que vienen a ser unas cinco horas, algo, que rompe los planes, ya que más o menos es el tiempo que he calculado para hacer el recorrido, sin contar la vuelta en tren, no por el tiempo que emplea (unos 15-20 minutos), sino, porque solo sale uno cada hora (a las medias). Al final, como mi mujer no está en forma, se va a quedar en la playa, por lo que intentará cuando se acerque la hora, echar alguna moneda o por lo menos, estar atenta para que, no nos pongan una multa e incluso, le dejo la llave de reserva, por si toca mover la furgoneta.

Unos minutos más tarde, comienzo a callejear por Deba, en busca de las marcas blancas y rojas del GR.121, que localizo en el centro de la población, donde gano desnivel, alternando tramos de escaleras con fuertes rampas de hormigón (a la vuelta vi unos ascensores que subían a la parte alta), hasta llegar a la altura de la ermita de San Roke, en la que descanso unos instantes, para acto seguido, tomar a mano izquierda un sendero, por el que inicio un largo flanqueo a media ladera, atravesando una extensa pradera, en el que alterno tramos de vegetación con otros a cielo abierto, mientras disfruto de las vistas hacia la playa de Santiago de Deba y de frente, el tramo de costa que voy a recorrer, pasando por una zona de caseríos, donde el sendero se transforma en un camino de tierra, por el que avanzo hasta coronar una atalaya, en la que se asienta la ermita de Santa Catalina, de factura moderna, aunque su primera mención es del año 1539.

Justo al lado, hay una fuente, en la que coincido con un montañero de la zona, echo un trago de agua y me acerco al punto más elevado de la atalaya, que es un perfecto mirador, desde el que disfruto no solo del litoral, sino de las verdes montañas que se alzan en esta preciosa tierra, mientras observo un sendero que sube directamente desde Deba, ya que, por lo visto, han hecho una variante, pero bueno, qué más da.

Para conectar con dicho sendero, rodeo la ermita para seguir caminando, por un bonito sendero que desciende suavemente atravesando unas campas, donde a la sombra de los árboles, descansa el ganado, mientras el sendero traza una larga lazada, por la que accedo a una pasarela de madera, que salva la carretera nacional y desciende 
hasta su altura, e inicio un fuerte descenso, hasta alcanzar las instalaciones de una embotelladora, donde empiezo a recuperar el desnivel perdido, adentrándome en un espectacular bosque de pinos y hayas, por el que llego al mirador de Itxaspe, desde el que observo las primeras pinceladas de la rasa mareal con el mar Cantábrico de fondo, en una mañana espectacular.

En la playa de Santiago de Deba, comienzo a caminar, callejeo por Deba
En busca de las marcas blancas y rojas del GR.121, donde comienzo a ganar desnivel, alternando tramos de escaleras
Con fuertes rampas de asfalto, hasta llegar a la altura de la ermita de San Roke
Donde cojo un sendero a mano izquierda, que recorre la ladera de la montaña, alternando tramos de vegetación
Con otros a cielo abierto, en el que disfruto a vista de pájaro, de la playa de Santiago, pasando por una zona de caseríos
Para atravesar una extensa pradera, donde el sendero se transforma en camino, por el que avanzo
Hasta coronar una atalaya, en la que se ubica la ermita de Santa Catalina
Un magnífico mirador, desde el que observo la simbiosis entre el mar y la montaña
Unos minutos más tarde, rodeo la ermita y enlazo con un sendero, que sube directamente desde Deba
Y desciende por unas campas, donde a la sombra de los árboles, descansa el ganado
Mientras el sendero, traza una larga lazada
Para acceder a una pasarela de madera
Que salva la carretera nacional y desciende a su altura
E inicio un fuerte descenso, hasta alcanzar las instalaciones de una embotelladora
Donde empiezo a ganar el desnivel perdido, adentrándome en un espectacular bosque de hayas, pinos y helechos
Hasta llegar al mirador de Itxaspe, desde el que observo las primeras pinceladas de la rasa mareal con el mar Cantábrico de fondo

Después, continúo caminando por el sendero, que recorre la parte superior de los acantilados, a la sombra de un denso sotobosque, en el que me cruzo con personas de distintas nacionalidades, que en uno u otro sentido, están realizando la ruta, pasando bajo un túnel, donde la vegetación se abre, para mostrarme la verticalidad de la cara oeste del Mendatagaina, donde su color grisáceo contrasta con el verde de la vegetación y el azul del mar Cantábrico.

Coronado por un mirador al que quiero subir (no es obligatorio), tras admirar el entorno, prosigo por el sendero que traza un giro, me introduzco en el bosque e inicio otra subida con un fuerte desnivel, en un recorrido que en el argot ciclista denominarían "Rompepiernas", hasta alcanzar una encrucijada. donde continúo tomando de referencia las marcas blancas y rojas del GR.121, mientras la pendiente da paso a una zona de falso llano, por el que camino hasta llegar a una pista cementada, en la que observo un aparcamiento con varios vehículos aparcados, que, parece una buena opción para venir la próxima vez con mi mujer (± 8 kilómetros entre ida y vuelta).

En este lugar, se abren dos alternativas, bajar a la playa Sakoneta o subir al monte Mendatagaina, que es la opción que elijo, así que tomo una agradable sendero, que en ligero ascenso, me permite ganar cómodamente la pala final, por la que accedo al mirador de Mendatagaina, desde el que contemplo en un primer plano, la cala Mendakato, cuyo arenal está compuesto por multitud de cantos rodados, provocados por las envestidas del oleaje, que ocasiona desprendimientos e incluso, si la vista no me falla, justo en la punta, una cueva, donde comienza la rasa mareal, que se muestra como una hoja de sierra, que da paso a la playa Sakoneta, aunque las vistas a la montaña, nada tienen que envidiar.

Aprovechando, que coincido con una pareja de franceses, me hago una fotografía, para acto seguido, regresar sobre mis pasos, pero, en vez de llegar a la intersección, a media pala trazo una diagonal para enlazar con el camino asfaltado, que recorro solo durante un centenar de metros y seguir por un sendero, que abandono por unos instantes, para tomar una trocha con el piso bastante descompuesto, por la que desciendo hacia la cala Mendakato, apoyando en algún punto concreto las manos, pero sin llegar al arenal, ya que, desde un punto más elevado, se aprecia mejor la preciosidad de esta cala, donde en época de lluvias, baja con agua la cascada Mendata, que es un claro ejemplo, de valle colgado.

Cinco minutos más tarde, regreso al sendero principal, por el que sigo caminando disfrutando de la rasa mareal, pasando bajo la Punta Sakoneta, que da paso a las verticales paredes que protegen la Playa Sakoneta, que, cuando la marea esta baja, como es el caso, le otorgan una forma de concha, a la que accedo bajando por una cuerda anudada, con una longitud 
±450 metros en forma de concha, por la que camino pisando la rasa mareal,  para ir observando los acantilados desde distintas perspectivas, en el que puedo apreciar perfectamente el flysch.

Si la marea esta baja, aquí, se puede ir caminando por la costa, en un tramo de unos cuatro kilómetros, por un terreno bastante accidentado, en el que hay que saber desenvolverse. Ayer, estuve mirando las mareas, pero, no me quedo muy claro a la hora empezaba a subir, además, después reflexionando, pensé que, porque iba a pisar algo que la naturaleza había transformado durante sesenta millones de años, así que al final, voy a ir por el sendero, por lo cual, subo por la cuerda y en un punto elevado, me detengo para echar un bocado mientras disfruto de las vistas.

Después, continúo caminando por el sendero, a la sombra de un denso sotobosque
Que recorre el borde de los acantilados (fotografía sacada desde el mirador de Mendatagaina)
Pasando por debajo de un túnel, donde la vegetación se abre, para mostrarme la verticalidad
De la cara oeste del Mendatagaina, al que quiero subir, así que continúo por el sendero
Que me introduce en el bosque e inicio otra subida con fuerte desnivel, hasta alcanzar una encrucijada
Donde continúo, tomando de referencia las marcas blancas y rojas del GR.121, mientras la pendiente, da paso a una zona de falso llano
Por el que avanzo, hasta llegar a una pista cementada, donde tengo dos alternativas; bajar hacia la playa Sakoneta 
O subir al monte Mendatagaina, que es la opción que elijo, así que, tomo un agradable sendero, que, en ligero ascenso
Me permite llegar al mirador de Mendatagaina
Desde el que contemplo en un primer plano, la cala Mendakato, que da paso a la playa Sakoneta
Aunque las vistas a la montaña, poco o nada, tienen que envidiar
Aprovechando que coincido con una pareja de franceses, inmortalizo el momento, para acto seguido
Regresar sobre mis pasos, pero, en vez de llegar la intersección, a media ladera trazo una diagonal
Por la que accedo al camino asfaltado, que recorro tan solo un centenar de metros, para seguir por un sendero
Que abandono por unos instantes, para tomar una trocha bastante rota, por la que desciendo a la cala Mendakato
Cinco minutos más tarde, regreso al sendero, por el que sigo caminando
Disfrutando de la rasa mareal, pasando bajo la punta Sokoneta
Que da paso, a las verticales paredes que protegen la playa Sakoneta, a la que accedo bajando por una cuerda anudada
Por la que camino un poco, pisando la rasa mareal, para ir viendo la playa desde distintas perspectivas
Ofreciendo también, unas bonitas composiciones

Unos minutos más tarde, continúo bordeando los acantilados, disfrutando de las vistas del litoral, donde el sendero se transforma en un herboso camino, que, desemboca en un puente de hormigón, por el que accedo al otro lado de la playa Sakoneta, donde a la rasa mareal, se le unen, las espectaculares placas que conforman los acantilados, en un lugar, que por arte de magia, está bastante concurrido, así que, regreso al sendero, por el que comienzo a ganar desnivel, alejándome de la costa, hasta alcanzar el mirador Portutxik, donde contemplo el tramo del litoral más salvaje que va hasta Talamendi, que, a estas horas la marea permite recorrer y en caso de subir, atisbo algún sendero por el que escapar.

Como no me arrepiento de la decisión tomada, desciendo al sendero, que un poco más arriba, se bifurca en dos, tomando el ramal por el que discurre el GR.121, por el que me adentro en un bonito bosque de hayas, encinas y pinos, hasta salir a una loma, que, resulta un magnífico mirador natural, no solo de la costa sino de las montañas, conformando un entorno de mar y montaña, impresionante, donde aprovecho la presencia de una pareja para hacerme una fotografía con el mar Cantábrico de fondo.

Después, regreso al sendero que de nuevo se transforma en un camino, por el que avanzo por las lindes del bosque, mientras el ganado pasta en las verdes praderas con unas vistas de lujo, pasando junto a un barranco que desemboca en el mar Cantábrico, en un paisaje de postal, atravesando por unos instantes el bosque, que rápidamente paso a las praderas y campos de cultivo, que denotan la presencia de alguna población, como así corroboro un poco más adelante, al llegar a la aldea de Elorriaga, enclavada en Itziar, dentro del término municipal de Deba, que, originariamente constituiría una población al tener su propia parroquia (ermita de San Sebastián), hacia la cual me dirijo, en busca de una fuente, que localizo algo escondida, en la que bebo agua y me remojo, porque, hace una mañana fantástica (
±25º).

En Elorriaga, regreso al sendero que se va elevando sobre la carretera de acceso a dicha localidad, hasta alcanzar el área recreativa de Elorriaga, que tiene toda la pinta de ser un lugar de acampada y sobre todo, para las furgonetas, ya que dispone de mesas de picnic, fuente, baños e incluso duchas, con una vistas de lujo, aunque, para verlas tengo que subir a una loma, así que, continúo avanzando por un camino de tierra, que un poco más adelante, se bifurca en dos, tomando el ramal menos evidente (izquierda), donde la tierra da paso al asfalto, pasando por una zona de caseríos, hasta llegar a una fuente, en la que me refresco, mientras observo la secuencia de montañas de la zona del Parque Natural de Aia-Pagoeta, que intuyo, puede tratase del Indamendi y el Aginetazar, a cuya cruz subimos en el verano del 2007.

Unos minutos más tarde, continúo bordeando los acantilados
Disfrutando del litoral, donde el sendero
Se transforma en un herboso camino,  que, desemboca en un puente de hormigón, por el que accedo
Al otro lado de la playa Sakoneta, por la que camino un rato, pero, como esta bastante concurrida
Decido seguir, por lo cual, regreso al sendero, por el que me alejo de la costa
Hasta alcanzar el mirador de Portutxiki
Desde el que contemplo, el tramo del litoral que va hasta Talamendi, para acto seguido, bajar al sendero
Que un poco más arriba se bifurca en dos, tomando el ramal por el que discurre el GR.121, adentrándome en un bosque de hayas 
Encinas
Y pinos
Hasta salir a una loma, que resulta un magnífico mirador natural, no solo de la costa
Sino también, de la montaña
Después, regreso al sendero que se transforma en un camino, por el que avanzo por las lindes del bosque
Pasando junto a un barranco que desemboca en el mar Cantábrico
Atravesando por unos instantes el bosque
Que rápidamente da paso, a praderas y campos de cultivo, que denotan la presencia de alguna población
Como así corroboro, al llegar a la aldea de Elorriaga, donde localizo una fuente
Después, regreso al sendero, que se va elevando sobre la carretera de acceso a dicha localidad
Hasta alcanzar el área recreativa de Elorriaga, que recorro de punta a punta
Para continuar por un camino de tierra, que se bifurca en dos, tomando el ramal de la izquierda
Donde la tierra da paso al asfalto, hasta llegar a una fuente
En la que bebo, mientras disfruto de las vistas hacia la zona del Parque Natural de Aia-Pagoeta

Aquí, abandono el camino asfaltado, para tomar otro secundario de tierra (está señalizado), por el que inicio un pronunciado descenso, directo a la línea de acantilados, donde echo una mirada atrás, para disfrutar del tramo de costa que he rodeado, para continuar por el borde de los acantilados, observando la proximidad de Zumaia, punto final de este recorrido, aunque, de momento, sigo caminando por el sendero, que desciende realizando un par de lazadas hasta la playa de Algorri, a la que accedo por un tramo de escaleras, en la que estamos más “mirones”, que gente dándose un baño o tomando el sol.

La playa, no es muy grande, imagino, que cuando suba la marea quedará reducida a la mínima expresión, pero ahora, es una maravilla, conformando un paraje de lo más peculiar, con la rasa mareal extendiéndose hacia el mar, rodeada por un lado de placas grisáceas y por el otro, de unas rocas de color rojizo, en las que se aprecia el efecto flysch, donde su inclinación muestra, que, las capas son progresivamente más antiguas hacia el oeste y más modernas hacia el este.

De vuelta al sendero, aquí, puedo llegar a Zumaia de forma directa por un sendero llano o subir a la parte superior de la cresta de los acantilados, opción más larga y con algo más de desnivel, qué, cómo voy sobrado de tiempo, elijo, por lo que empiezo a ganar desnivel, alcanzando rápidamente el mirador de Algorri, desde el que obtengo una amplia panorámica de la playa de Algorri, para acto seguido, continuar subiendo hasta alcanzar la cresta rocosa, atravesada por un bonito sendero, desde el que contemplo una de nuestras playas favoritas de la costa Vasca, la playa de Itzurún, que a pesar del fantástico día, prácticamente está vacía, cosa que no pienso desaprovechar dentro de un rato, aunque de momento sigo avanzando por el sendero hacia la ermita de San Telmo, deteniéndome de vez en cuando, para admirar la zona del arenal, donde destacan también las verticales paredes que la protegen.

Unos minutos más tarde, alcanzo la ermita de San Telmo, que tiene una ubicación privilegiada, al borde los acantilados sobre la playa de Itzurún, con una arquitectura popular, cuya primera referencia escrita data del año 1540, Su santo titular, es patrono de marineros, razón por la que desde el siglo XVII esta ermita fue sede de la Cofradía de Mareantes de San Telmo, aunque como pasa con algunos lugares más bonitos de la costa, es más conocido por “cosas sin importancia”.

Si no recuerdo mal, se puede ver desde otro mirador, así que rodeo los acantilados, hasta alcanzar la otra punta, desde la que observo, la ubicación privilegiada que tiene esta ermita. Como hasta las cuatro y media no tengo que coger el tren, me voy a bajar a dar un baño, antes, miro el reloj, veo que, son las tres y cuarto, así que me voy directo al tren, bajo hacia la iglesia de San Pedro, pregunto a una persona de la zona y cuando faltan cinco minutos para que salga el tren, llego a la estación.

Ya, en Deba, quedo con mi mujer en la playa, aprovechando que me queda un cuarto de hora de aparcamiento, me pego un baño, que, al igual que esta mañana, está desierta (menuda diferencia con el Mediterráneo) y vuelta a casa.

Aquí, abandono el camino asfaltado, para tomar otro de tierra (está señalizado)
Por el que inicio un pronunciado descenso, que me lleva directo a la línea de acantilados
Donde aprovecho para disfrutar del tramo del litoral recorrido, para acto seguido, continuar caminando por el borde de los acantilados
Observando la cercanía de Zumaia, mientras el camino traza un par de lazadas y desciende a la playa de Algorri
Que conforma un paraje de lo más peculiar, con la rasa mareal extendiéndose hacia el mar
Rodeada por un lado de placas grisáceas
Y por otro, de unas rocas de color rojizo, en las que se aprecia el efecto flysch
De vuelta al sendero, decido alargar un poco el recorrido, subiendo hasta la cresta rocosa
Paso junto al mirador de Algorri, desde el que obtengo una amplia panorámica de la playa de Algorri
Y tirando de zoom, de la zona de baño, prácticamente desierta
Luego, continúo subiendo hasta alcanzar la cresta rocosa
Atravesada por un sendero, que recorro, mientras disfruto de las vistas hacia la playa de Itzurún
En la que quiero darme un baño, aunque, de momento, sigo caminando hacia la ermita de San Telmo
Con una arquitectura popular, cuya primera referencia escrita data del año 1540
Ubicada en el borde de los acantilados
Sobre la playa de Itzurún
Que contemplo, desde otro mirador, situado al otro lado, donde miro el reloj y compruebo, que me queda un cuarto de hora
Así que bajo hacia la iglesia de San Pedro, donde pregunto por la estación (está cruzando la carretera) y cojo el tren que me deja en Deba

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