Desde Ayerbe, continuamos unos kilómetros por la carretera, hasta alcanzar el desvío a Riglos, donde antes de aparcar, nos detenemos un instante junto al mirador, en el que se ubica una placa en conmemoración a Alberto Rabadá y Ernesto Navarro, muertos en el año 1963, cuando escalaban la pared Norte del Eiger (ogro en alemán), que tantas vidas se ha cobrado, a pesar de ser una montaña que no llega a los 4.000 metros de altura (3.970 metros).
En el mirador, comprobamos como la niebla, y las nubes, cubren todavía parte de los Mallos de Riglos, la meteorología para hoy es algo incierta, así que intentaremos hacer a la carrera, gran parte del recorrido, para evitar tentar a la suerte, y acabar chipiados, por lo que rápidamente nos montamos en el coche, y avanzamos el medio kilómetro que nos queda hasta Riglos, hasta dejar el coche en uno de los aparcamientos habilitados, ya que está prohibido hacerlo en el interior del municipio.
Lo primero de todo, tomamos un tentempié, después, iniciamos el recorrido callejeando por las bonitas calles de Riglos, situado a los pies del imponente Mallo Pisón, que dentro de un rato estará a rebosar de escaladores, intentando conquistar algunas de sus vías más afamadas.
Rápidamente, salimos a las afueras del Riglos, dejamos atrás el asfalto, que da paso a un amplio camino de tierra, por el que llegamos hasta la altura del mítico Puro, donde el camino se bifurca en dos.
Aunque ambas opciones nos llevan al mismo destino, nosotros preferimos bajar hasta el embalse de la Peña por Carcabilla, para realizar una circular más amplia, así que a la carrera, comenzamos a descender dirección Norte/Oeste con vistas a la espectacular Peña Rueba, tomando de referencia las marcas blancas y amarillas del PR-HU98.
A medida que vamos perdiendo desnivel, el camino se transforma en un bonito sendero, desde el que ya podemos ver, las aguas turquesas del río Gállego (igualito que cuando pasa por Zaragoza), y como poco a poco, la niebla se va disipando tanto de la Peña Rueba, como de los Mallos de Riglos, que van quedando atrás.
Después de un corto tramo ondulado, alcanzamos las vías del tren del Cranfanero, donde sin sendero aparente, seguimos corriendo pegados a ellas, durante más de medio kilómetro, dejando a nuestra izquierda un viejo apeadero.
A los pocos metros, nos encontramos con la agradable sorpresa del Canfranero, que a "su ritmo" va hacia Riglos; mientras nos detenemos para verlo, nos percatamos que unos metros más abajo hay un sendero, así que miro el GPS, y compruebo que nos hemos pasado de largo, así que retrocedemos hasta el apeadero, donde en una esquina, vemos las marcas blancas y amarillas del PR.HU98, bastante escondidas.
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Con las vistas de los Mallos de Riglos, desde el mirador, iniciamos el recorrido callejeando por Riglos |
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Nada más salir, el camino se bifurca en dos, tomando el camino va a la Peña, por Carcabilla |
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Por el que comenzamos a descender, con vistas a la Peña Rueba |
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Y unos metros más abajo, al río Gállego |
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Dejando atrás entre las brumas, los Mallos de Riglos |
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Después de un corto tramo ondulado, alcanzamos las vías del tren |
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Por las que corremos pegados a ellas, mientras circular el Canfranero |
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Hasta llegar a un viejo apeadero |
Recuperado el
itinerario, rodeamos el apeadero por la izquierda, continuamos el
descenso hacia el río Gallego, por un bonito sendero, entre matorral
bajo y algún que otro pino, donde ya podemos ver la central
eléctrica de Carcabilla, a la que poco a poco nos vamos acercando.
Cerca de la central, el sendero desemboca en una acequía, por la que
vamos trotando por la zona alta; pasamos por debajo del tubo de la
central, que queda más abajo, justo a la altura del cauce del río
Gállego, y sobre el kilómetro cuatro, llegamos a una bifurcación,
situada próxima a la Pardina de Carcabilla.
De las dos
opciones, nosotros seguimos dirección Norte/Oeste por el
PR.HU98, que no debemos perder hasta el embalse de la Peña; durante
medio kilómetro, avanzamos por amplio camino de tierra, por el que
cruzamos las vías del tren del Canfranero, y enlazamos con un estrecho sendero, por el que comenzamos a ganar desnivel.
Una vez llegamos al punto más elevado, el sendero gira a la izquierda, las vistas desde este lugar son fantásticas, hacia el Sur disfrutamos de los Mallos de Leonar, cuyas puntas se elevan por encima de la niebla, y al Norte del embalse de la Peña, al que nos vamos acercando, por un espectacular sendero por el que vamos rodeando la montaña, por encima del río Gállego, y las vías del tren del Canfranero, que se internan en la montaña.
Cerca de la presa, el sendero pierde altura de forma brusca, aunque las diversas lazadas que describe, hace que descendamos sin mayores problemas, disfrutando de la bonita estampa que ofrece el embalse de la Peña, en el que sin duda nos llama la atención, la forma de diente, que tiene la roca situada junto a la presa, la cual alcanzamos tras hora y media.
Junto al camino de acceso a la presa, nos detenemos para descansar, y disfrutar de las vistas limitadas, que hoy tenemos del embalse de la Peña, que con más de un siglo de vida, es el segundo embalse más viejo de Aragón, que se construyo para regular el río Gállego, antes de que entrase en el desfiladero que discurre entre los Mallos de Riglos, y cuyo nombre debe al paredón calcáreo de la Cerrada, junto a la que se construyo la presa.
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Recuperado el sendero, descendemos hacia el río Gállego, con vistas a la Central de Carcabilla |
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A la que llegamos sobre el kilómetro cuatro, en la que hay una bifurcación, donde continuamos |
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Por el PR-HU98 hacia La Peña, por un camino que en ligero descenso recorremos durante medio kilómetro |
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Hasta cruzar las vías del tren, donde enlazamos con un sendero |
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Desde el que disfrutamos hacia el Sur, de los Mallos de Leonar |
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Y al Norte del embalse de La Peña |
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Al que nos vamos acercando por un espectacular sendero, hasta llegar cerca del embalse |
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Donde iniciamos un brusco descenso hasta la presa |
Desde la misma presa, se inician varios itinerarios, nosotros por el momento vamos a seguir por el PR-HU98, así que a la carrera, continuamos dirección Sur/Este, durante unos metros en suave ascenso, después por terreno totalmente llano, donde correr se hace fácil, entre las aguas del embalse y las vías del tren, que aparecen de nuevo, de entre la montaña.
Con está tónica, corremos durante algo más de un kilómetro, hasta que llegamos a la altura de un murete de contención, aquí nos detenemos, echo un vistazo al GPS, y compruebo que en este lugar, hemos de abandonar las marcas blancas y amarillas, que se dirigen de forma directa hacia la población de la Peña.
Cruzamos las vías del tren, e
inspeccionamos la zona ya que en un principio no encontramos indicios
de sendero o senda; al final, vemos unas trazas de trocha, que
decidimos seguir durante cincuenta metros, hasta que salimos a un
camino, por el que avanzamos pegados al canal de Carvabilla, que
durante 6.700 metros, se encarga de traspasar la desembocadura al
Gállego, del río Garona, bordeando la cola del embalse, y atravesando
la Foz de Escalete.
Cuando el canal se adentra en la montaña, enlazamos con una amplia pista de tierra, en la que convergen el GR.95 y el PR-HU98, por la que en suave ascenso, nos introducimos en una esclarecido pinar, desde el que podemos ver en lo hondo, la población de la Peña, y en la lejanía algunas formaciones montañosas de la Sierra de Loarre, como Campaniella.
Tras un suave descenso, alcanzamos la Foz de Escalete, un enorme tajo en la roca caliza, que hace de puerta de entrada, en cuyos cimientos discurre el barranco del Forcallo, en la que se sitúa una antigua escuela de escalada, construida en el año 1987, ahora en el olvido, como otras muchas otras, pero que en su día fue un referente, ya que en ella alberga 60 vías, con dificultades que oscilan entre el V+ y el 8c, en el que destacan sin duda, el sector de la Pared del Puente, y el sector del Muro del Fondo, separados por una vía ferrata, que podemos ver desde el puente.
Para poder disfrutar de la hoz en su máximo esplendor, decidimos avanzar por la pista dirección Sur/Oeste, en suave ascenso, durante varios cientos de metros, hasta que las vistas hacia la Foz de Escalete son completas, en las que sin duda destaca el Gran Diedro, y las colonias de buitre leonado, que habitualmente se posan en las aristas de esta mole granítica. |
En la presa del embalse, continuamos en suave descenso tomando de referencia el PR-HU98 |
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Que nos lleva entre las aguas del embalse y las vías del tren, hasta llegar a un muro de contención |
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Donde subimos unos metros por una trocha |
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Hasta salir a un camino, por el que seguimos paralelos al canal de Carcabilla, que se filtra en la montaña |
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Mientras enlazamos con una pista, en el que convergen el GR.95 y el PR-HU98 |
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Por la que en suave ascenso, nos adentramos en un esclarecido pinar |
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Desde el que podemos ver la Peña y algunas formaciones montañosas de la Sierra de Loarre |
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Al salir del pinar, descendemos unos metros |
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Hasta alcanzar la Foz de Escalete |
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En el que sin duda destaca |
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El Gran Diedro |
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Aunque para ver mejor la Foz de Escalete, nos alejamos hasta conseguir una visión completa |
Aunque el lugar
es bonito, nos sabe a poco, en cuanto nos alejamos de la foz, el
paisaje cambia; sobre el kilómetro diez, llegamos junto a las ruinas
de la Pardina de Escalete, que en su día fue un gran caserón
habitado por la familia Viñas, y después de la guerra por los
Boned, de Agüero.
A unos metros de
la pardina, el GR.95 se bifurca en dos, teniendo la posibilidad de ir
hasta Sarsamarcuello, o hacer una circular desde La Peña,
pasando por la Foz de Garoneta, opción que elegimos por el momento,
aunque más adelante cogeremos otro camino, por el que subiremos
hacia el Mirador de los Buitres, próximo destino.
Tras la
bifurcación, iniciamos un tímido descenso, donde aprovechamos para
trotar, enseguida la pista se torna cuesta arriba; los primeros rayos
de sol comienzan a filtrarse entre la niebla, lo que resalta los
colores de la vegetación, aunque las fotografías con esta luz, no
salen todo lo bien que nos gustaría.
Tomando de referencia las marcas rojas
y blancas del GR.95, vamos ganando el desnivel que necesitamos, para
alcanzar los más de mil metros sobre los que se sitúa el Mirador de
los Buitres.
Cerca de la Casa de la Pequera, la pista se bifurca en dos,
nosotros continuamos dirección Sur, por la pista principal, dejando
a nuestra izquierda la pista que se dirige a la Foz de Garoneta, que quiero visitar un día, y más tarde a la población de la Peña.
De vez en cuando el GR. nos permite
alcorzar, el terreno cada vez es más bonito, pero la pista se hace
larga. Cuando estamos a punto de llegar al kilómetro quince,
alcanzamos el Collado de San Román, donde convergen el GR.1 y el
GR.95, punto desde el que podemos descender a Riglos, por el barranco
dela Mota o por el Camino del Solano.
Como queremos visitar el Mirador de
los Buitres, y no nos apetece regresar hasta el Collado, preferimos
bajar hasta Riglos, por el camino equipado de la Peña Don Justo, que
podemos ver desde aquí, junto con los Mallos de Riglos.
Desde el collado, continuamos por amplia pista de tierra en suave ascenso, durante poco más de un kilómetro, hasta que llegamos a una encrucijada de caminos, donde nos detenemos un instante a charrar, mientras observamos a lo lejos, el Castillo de Marcuello, construido en el S.XI, del que tan solo se conserva la pared de la torre, y la Iglesia románica, que visite junto a mi mujer, hace unos años, cuando subimos a la Peña del Sol, desde Sarsamarcuello.
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Luego, continuamos por la pista pasando junto a la Pardina de Escalete |
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Echando una última atrás, para ver por última vez la Foz de Escalete |
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Mientras comenzamos a ganar suavemente desnivel, ya que nuestro objetivo esta a más de 1.000 metros |
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Disfrutando del entorno |
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Siguiendo las marcas blancas y rojas del GR.95, que de vez en cuando nos permite alcorzar |
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Hasta llegar al collado de San Román, donde convergen el GR.1 y el GR.95 |
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Desde el que podemos ver a la izquierda, la Peña Don Justo, por la que descenderemos |
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Y en el centro, la Peña Rueba y los Mallos de Riglos |
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Aunque de momento, seguimos por la pista principal en suave ascenso |
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Hasta alcanzar una encrucijada de caminos |
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Desde la que podemos ver, el Castillo de Marcuello |
Después de la pausa, cogemos la pista que se dirige dirección Norte/Oeste hacia el Mirador de los Buitres, tomando de referencia las marcas blancas y amarillas del PR-HU99, que sube desde Sarsamarcuello, donde nos encontramos con la desagradable circunstancia, que todo el perímetro de la pista, se encuentra vallado, por lo que no podemos tomar, la senda Os Fills, que bordea toda la zona de acantilados, y ofrece unas vistas fantásticas.
Con nuestro gozo en un pozo, continuamos en suave ascenso por la pista, una vez en el punto más alto del recorrido, descendemos a la carrera durante casi un kilómetro, hasta que llegamos al Mirador de los Buitres, donde aprovechamos para hacer una larga parada, para comer, mientras disfrutamos de unas vistas de pájaro, de los Mallos de Riglos y la Peña Rueba.
Antes de partir, nos introducimos en el bunker de observación de aves, donde podemos ver a los buitres sobrevolar la zona; como las nubes empiezan a cubrir los Mallos, para evitar que nos pille la lluvia en el peor tramo, decidimos emprender el descenso, por la Peña Don Justo, cuyo desvío se encuentra a tan solo unos metros del Mirador de los Buitres, y que sirve como descenso para la vía ferrata de Cubilillo os Fils.
Por
una clara senda, balizada en su entrada, seguimos durante doscientos
metros, hasta alcanzar el borde de la Peña Don Justo, donde
iniciamos un vertiginoso descenso, por una senda vestida de bojes, en
los que nos vamos asiendo, para evitar acabar mordiendo polvo.
Tras varias lazadas, alcanzamos una amplia cornisa, equipada con cable de vida, por la que caminamos con precaución, ya que aunque no se ve el fondo por la vegetación, una caída traería malas consecuencias; en un pequeño claro, nos detenemos un instante, para disfrutar de un primer plano del Mallo El Tornillo, un torreón de más de 80 metros de altura, compuesto por una sucesión de placas superpuestas de conglomerado y areniscas, cuya primera ascensión fue realizada en el año 1952, por la cordada compuesta por Rabadá, Bescos y Montaner.
Después de este agradable descubrimiento, continuamos por la repisa, descendemos ligeramente, hasta alcanzar, el que es sin duda, el punto más complicado de este camino equipado, un pequeño puente tibetano, de unos dos metros de longitud, que aunque no tiene gran dificultad, tiene una caía de un par de metros, por lo que con unas cintas express, y un cordino que hemos porteado en la mochila, nos hacemos un arnés de fortuna, con el que uno a uno, vamos pasando el puente.
Una vez superado, hacemos un sencillo destrepe, utilizando la técnica de oposición, después descendemos una metros por una abertura, equipada con cable de vida, hasta que llegamos al inicio de una escalera metálica, por la que descendemos cómodamente, e iniciamos un vertiginoso descenso, por un terreno inestable, y con mucha tierra, equipado con varios tramos de sirga, al que nos agarramos fuertemente, para descender, no sin dar algún que otro patinazo.
De las nieblas de la memoria surge esta preciosa circular por neblina, foz, mirador, destrepe y mallos impresionantes que hicimos a la carrera y andando, según los sitios, en buena compañía.
ResponderEliminarSalud y Montaña
Buenos recuerdos de una gran jornada, que tuvo su punto de aventura.
EliminarUn saludo.
Hola Eduardo.
ResponderEliminarQue ganas le tengo yo a una visita a Riglos y sus Mallos, para mi que me encanta la geología y las rocas siempre me ha parecido un paisaje fascinante. Veo que íbais a la carrera, y tú tambíen haciendo fotos, entre parón para la foto y vuelta a arrancar para alcanzar a tus compis, al final es un pequeño tute....
Toni.
Un saludo.
Hola Toni.
EliminarRiglos es un escenario espectacular, para ser recorrido, y si te gusta la geología, pues ya estas tardando, aunque hay que elegir muy bien la temporada para descubrirlo, ya que desde finales de Mayo hasta principios de octubre, hace muchísimo calor.
Además se compaginar un fin de semana, visitando otras zonas cercanas, como la Sierra de Loarre, la Sierra de Santo Domingo, la Val de Luesia o la Foz de Salinas, es una zona que da mucho juego.
Un saludo.
Hola Eduardo, precioso y completo recorrido, y ya no solo por esas vistas de los Mallos de Riglos, sino también por las vistas hacia otras formaciones o montañas y al embalse, el paso por esa interesante Foz de Escalete, y como por haber podido ver el paso del Canfranero, todo ello con el encantador aderezo de esa tímida niebla. A raíz de lo del Canfranero, el otro día leí un artículo sobre el Tren Geológico, de Zaragoza o Huesca hasta Riglos, con ruta guiada geológica, no lo descarto hacerlo en un futuro.
ResponderEliminarUn saludo!!
Hola Dani.
EliminarLo del Tren Geológico, he visto la promoción que hacen en algunas revistas, y tiene buena pinta, sin duda es una buena opción. Ahora acabo de echar un vistazo, y veo que además hay tres rutas, que sin saberlo, uniendo las tres, hacen casi idéntico recorrido al de esta circular.
Eso si, imagino que habrá más fechas, porque como le comento a Toni, y creo que te dije en su tiempo, esta zona es un horno; ahora es mejor esperar hasta inicios del otoño.
La circular con esa niebla, le dio un toque diferente, tengo que volver porque me pica la curiosidad, la Foz de Garoneta.
Un saludo.
Hola Eduardo:
ResponderEliminarNo sabes lo que me gustan los días con niebla, a mi pareja menos, ja ja jaaaaaa.
Recuerdo una ruta en la que tuvimos un poco de todo, algo de viento en la cima, niebla y después lluvia. Recuerdo que antes de llegar a la cima, una espesa niebla empezó a ganarnos terreno rápidamente y mi pareja empezó a tener dudas de continuar con la ruta y me costó mucho trabajo en convencerla de que no iba a pasar nada.
Tus fotos me han hecho recordar esos momentos y la verdad es que lo echo un poco de menos esos paisajes, ya que le dan un toque mágico a esas rutas.
Saludos y un fuerte abrazo.
Hola Sendes i Muntanyes.
EliminarPues si vivieras en el Valle del Ebro, te aseguro que saldrías aborrecido, jaja. Aquí en invierno, se echa la niebla y nos pegamos semanas sin ver el sol.
Lo que si que es cierto, que si no hay mucha, le da un toque especial, tanto al recorrido, como a las fotos.
Un saludo.