Hace ya medio año que no cojo la btt, hoy ha amanecido un día nublado, con temperaturas suaves, y sobre todo sin viento, así que está tarde, aprovecharé para acercarme hasta la población del Burgo de Ebro, y subir a la Ermita de San Jorge por el Canal Imperial de Aragón, y regresar por el GR.99.
Después de comer, me acerco hasta el barrio de la Paz, donde cerca del final de la linea del 42, dejo aparcada la furgoneta. Desde aquí comienzo a pedalear, siguiendo el cauce del Canal Imperial de Aragón, y paso junto al embarcadero, el campo de fútbol del Montecarlo, y unos metros más adelante, enlazo con la Senda de Valdegurriana, por la que estuve corriendo hace unos meses.
Casi sin darme cuenta alcanzo la almenara de San Antonio, donde se eliminan los restos sólidos de las aguas del canal, y nada más pasarla, comienzo a rodear la zona conocida como los Montes de Torrero, donde tengo la posibilidad de cruzar a la margen izquierda del canal, opción que obvio, y continúo por la derecha hacia la almenara de San Lamberto.
Tras rodear una finca privada, desciendo por una pronunciada, pero corta rampa, por la que llego al parque de Valdegurriana, que como viene siendo habitual, aprovecho para hacer una breve parada, y ver las exclusas de Valdegurriana, donde el canal, pasa a ser una simple acequia de regadío.
Después de la pausa, continúo pedaleando dirección SE, siguiendo el cauce del canal, y las marcas del Anillo Verde de Zaragoza (AVZ), que hasta el barrio rural de la Cartuja comparte camino con la senda de Valdegurriana.
Tras veinte minutos, alcanzo la antigua ubicación de las exclusas de Torrecilla, en las que actualmente se ha formado unas pequeñas cascadas artificiales, en este punto finaliza la senda de Valdegurriana, justo a la altura del puente de la carretera de Valmadrid, que paso por debajo.
Durante unos metros, continúo por cómodo camino de tierra siguiendo las marcas del AVZ, que dejo a mi izquierda a la altura del Polígono Industrial de la Cartuja, y prosigo todo recto, paralelo al cauce del Canal Imperial de Aragón, que será el gran protagonista durante todo el recorrido de ida.
Siguiendo su curso, llego a la altura del Polígono Industrial Empresarium, sin entrar en el, lo dejo a mi derecha, nada más pasarlo, cruzo a la margen izquierda del canal, por el puente de Bellido, y avanzo durante unos metros rodeando una pequeña extensión de pinar.
De nuevo en la margen derecha, pedaleo entre campos de labor, y monte bajo, ya con vistas a la atalaya sobre la que se sitúa la ermita de San Jorge.
De vez en cuando, el camino se bifurca en dos, yo siempre tiro por el camino más pegado al canal, aunque normalmente da igual, ya que más pronto que tarde, siempre se acaban uniendo.
Después de una larga recta, alcanzo una balsa de regadío, donde existe la posibilidad de coger a mano derecha el camino de la Val de Palacín, desde la que nace un sendero que sube directo a la ermita.
Como es una opción bastante complicada, apta para bikers que estén en forma, y controlen el tema, yo opto por rodear la balsa por la izquierda, y continúo durante unos metros más hasta que llego a las estribaciones del cementerio del Burgo de Ebro, donde abandono la compañía del Canal Imperial de Aragón, y giro a la derecha para enlazar con el amplio camino de tierra, por el que suavemente comienzo a ascender hacia la Ermita de San Jorge, visible principalmente por las antenas de comunicación que hay junta a ella.
Poco a poco la pendiente se va acentuando, hasta que cerca de la base de la atalaya, hago un giro a la izquierda, y enlazo con un camino hormigonado, con el firme bastante descompuesto, y con rampas de más del 20% de desnivel, donde me apeo de la bicicleta, y subo los últimos cincuenta metros a pie, hasta alcanzar la ermita de San Jorge, que es un excepcional mirador del Valle del Ebro.
Una vez en la ermita, aprovecho para echar un trago y comer algo, después inicio el descenso con precaución en sus primeros metros, y una vez enlazo con la amplia pista de tierra, comienzo un rápido descenso hasta el cementerio.
En este punto, en vez de regresar por el mismo camino, rodeo el cementerio por su derecha, y tras un giro a la izquierda enlazo con el camino del cementerio, que se encuentra asfaltado, y por el que salvo el cauce del Canal Imperial de Aragón, y la carretera N-232.
En un par de minutos, me planto en las estribaciones del Burgo del Ebro, al cual no entro, y rodeo por su derecha, hasta que enlazo con la amplia pista de tierra, por la que discurre el GR.99, siempre pegado a las aguas del río Ebro, quien será el protagonista principal, en el recorrido de vuelta, y donde aprovecho para hacer una breve parada.
Debido a las últimas crecidas, el río baja con abundante caudal, y además los caminos adyacentes quedaron bastante deteriorados, a pesar de haber pasado algunas semanas, tengo dudas del estado de este GR.99, así que espero no encontrar muchos problemas, ya que no me queda mucho rato de luz.
Sin más dilación, continúo el pedaleo, tomando de referencia las características marcas rojas y blancas del GR, por el que voy por amplia y cómoda pista de tierra, bordeando uno de los múltiples meandros que forman el río Ebro, y cuyas aguas se filtran formando pequeñas lagunas.
Cerca del Galacho del Burgo de Ebro, me encuentro con el primer percance, ya que el camino se encuentra prácticamente desaparecido. Por lo que me comenta un vecino que se encuentra al otro lado, la primera riada se llevo la zona de la ribera, y en la segunda, se llevo el camino.
Como no me apetece regresar hasta el Burgo de Ebro, y coger la carretera, me bajo de la bici, me la hecho al hombro, y camino con precaución por el montículo de tierra, que ha quedado en pie, hasta que alcanzo el otro lado.
Salvado este escollo, continúo pedaleando, paso junto al Galacho del Burgo de Ebro, el cual obvio, ya que si la pista está destruida, las sendas que lo recorren habrán desaparecido, y prosigo por la amplia pista de tierra, que durante tres kilómetros, me lleva paralelo a la carretera nacional.
Poco a poco, voy alejándome de la carretera nacional, y acercándome de nuevo al cauce del río Ebro, mientras contemplo como las cigüeñas han apañado los postes de la luz para hacer sus nidos.
Sobre el kilómetro veintiséis, alcanzo un pequeño mirador de madera, donde aprovecho para hacer una parada y disfrutar de las vistas que ofrece de los sotos del Francés, y de la Cartuja.
Una vez disfrutadas las vistas, regreso al camino principal, pedaleo unos metros por terreno llano, hasta que comienzo el descenso hacia el barrio rural de la Cartuja, al cual llego en poco más de cinco minutos.
Sin llegar a entrar, lo rodeo por la derecha, hasta que cojo una amplia pista de tierra, por la que circulan vehículos, hasta enlazar con el Camino Natural de la Alfranca, donde tengo la opción de continuar por la margen izquierda (opción corta), o por la margen derecha (opción más larga).
Como apenas me queda una hora de luz, giro a la izquierda, y continúo por la margen izquierda del río Ebro, siguiendo las marchas blancas y rojas del GR.99.
De vez en cuando, me salgo unos metros del camino principal, para recorrer viejos senderos que rodean antiguas escombreras, hasta que llego a la altura del Mirador del Soto de Villarroya, donde me detengo un instante, para ver la panorámica que hay desde el.
De nuevo en el camino principal, paso por debajo del puente que salva la Z-40, y continúo bordeando unos de los múltiples meandros que forman el río Ebro, a su paso por la ciudad de Zaragoza.
Una vez alcanzo las inmediaciones del Soto de Cantalobos, aminoro la marcha, para buscar la senda que me permita acceder a su interior, tras varios intentos, al final consigo acceder a él, aunque lo que antes era una bonita senda, ahora con las últimas riadas, se ha convertido en una trampa, ya que la senda se encuentra cubierta de vegetación y esconde ramas rotas, piedras, barro, además de algún que otro árbol caído que me impide el paso.
Con más problemas de los esperados, consigo llegar hasta la orilla del río Ebro, desde el que observo un bonito atardecer, con la ciudad de fondo.
Desde este punto, salen varias sendas, algunas de ellas recorren prácticamente todo el soto, pero como imagino que estarán igual de mal, que por la que he transitado, cojo una senda que nace a mano izquierda, que está bastante limpia, y por la que pedaleo casi sin bajarme de la btt, hasta salir al Camino Natural de la Alfranca.
Aunque es un recorrido sencillo, sobre todo si no hace viento, las piernas ya las noto cansadas, los últimos kilómetros me los tomo con tranquilidad, e intento estirar un poco las piernas, y sobre todo la espalda.
Poco a poco voy llegando al final del recorrido, alcanzo el campo de fútbol del Montecarlo, y unos metros después el embarcadero, donde la gente aprovecha el buen tiempo para tomarse algo, y después de tres horas llego hasta el final de la linea del cuarenta y dos, donde finalizo el recorrido.
El Caminante no siempre camina, que de vez en cuando también pedalea, y cuando esto ocurre el camino cunde más, porque en bici se avanza rápido.
ResponderEliminarEl Caminante se detiene de vez en cuando, que las bonitas esclusas y otras márgenes hay que fotografiarlas en parado.
Familiares cigüeñas contemplan su paso, la ermita requiere sudores para ssr alcanzada y el Ebro circula abundante y manso formando bellos paisajes bajo las nubes.
Culmina el Caminante su marcha en Cantalobos encontrando que la avenida dejó su impronta, pero todo es Naturaleza y vida.
Salud y Montaña, amigo Eduardo
Eres un artista escribiendo Carlos, haber si te contrato como becario para el blog, y me reduces la lista de pendientes, jaja.
EliminarLa ruta es sencilla, hasta para una persona poco dada a pedalear, nos vemos pronto¡¡¡
Un saludo.
Hola, Eduardo. Hola, Carmar. ¿Qué tramabáis para este puente, si puede saberse? Tengo pendientes unas coordenadas, no sé. Te las cambio por un recorrido circular Matarranas-Pomer-Borobia-Matarranas. Lo he conseguido: andar por el casi olvidado camino de Pomer. De vuelta, un gato montés de preciosos ojos verdes me dio recuerdos para todos. La foto... imposibol de noche. Mi cámara infrarroja no sirve a menos de 30 metros.
ResponderEliminarHola Andres, anduvimos por los Mallos de Riglos, corriendo, y haciendo un poco el cabra.
EliminarCuando quieras nos acercamos ha realizar ese recorrido, que hace ya bastante que no me acerco por Borobia.
Un saludo
... a más de treinta metros... pffff
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